viernes, marzo 03, 2017

La Facultad - Eduardo Casar

En la entrada de la Facultad
de Filosofía y Letras, un moño
negro le anuncia a los que van entrando la salida
de algún profesor que ahora sí
adquirió para siempre
la definitividad.

El moño negro hace que uno
aminore el volumen del paso,
se trague fuerte a la saliva
para que pase alrededor del nudo
que anuda la garganta,
entrecierre los ojos para afinar el foco
y lea en el pizarrón donde se dice:

La Facultad anuncia la salida
de_____________________
con destino a_____________.

Entonces uno se detiene
diez o veinte segundos:
el nombre le dibuja
la imagen de alguien
que se esfuerza y sonríe,
el tono de la voz,
los lentes de metal,
la manera de andar.

Si el nombre es el de uno
uno da media vuelta y no se toma
la molestia
de firmar la tarjeta,
ni ese gusto de dar las últimas clases
porque de pronto,
muy repentinamente,
ya las dio.
Y se regresa, al fin,
por donde vino.

Y si el nombre es de otro,
entonces uno firma,
traga saliva, garraspea, da clase.
Y espera el día
cuando en el pizarrón
salga su nombre.

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