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«Nosotros representamos la vida como es, punto y final… Y no conseguirá que vayamos más allá, ni siquiera con una fusta. No tenemos objetivos inmediatos ni lejanos, y en nuestra alma reina el vacío absoluto. Carecemos de convicciones políticas, no creemos en la revolución, no tenemos Dios, no tememos a los fantasmas; en cuanto a mí, ni siquiera temo la muerte o la ceguera. […] Grigoróvich y usted piensan que soy inteligente. Sí, soy inteligente, al menos hasta el punto de no ocultarme mi enfermedad, de no mentirme a mí mismo ni esconder mi vacío bajo harapos ajenos, como por ejemplo los ideales de los años sesenta, etc. Yo no me arrojaré, como Garshin, por el hueco de la escalera, pero tampoco me consolaré con esperanzas en un futuro mejor.»
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«A Nosotros (y este nosotros es virtual; es un nosotros que sólo involucra el yo; a mí que ahora escribo), los nacidos en los setenta, nos tocó vivir como escritores el inicio del siglo XXI. Y ante nosotros tenemos una serie de preocupaciones (literarias y sociales) que son a la vez alientos:
1). La impostergable desaparición (una desaparición parcial, claro está) del libro como lo conocemos ahora. 2). El nacimiento en medio de una edad oscura donde la literatura mexicana no es otra cosa que una aparente repetición de intentos fallidos y donde no existe, ni siquiera, una nueva La región más transparente (en el entendido de que ésta es una primera novela y que su autor tenía 30 años y que apareció en 1958) que, acaso, alguien cerca del 2050 podrá repetir. 3). Además de la inquietante conciencia de ser antecedidos por una generación postboom, la de los sesenta que acuñó para explicar su presencia términos —o estrategias editoriales cuyos aportes estéticos son nulos— como McOndo, Crack, y Generación Fría que luego devino en Generación de los Enterradores. 4). También, como enigma (¿inútil? o ¿necesario?), la encrucijada de cien aristas que representa la noción de que actualmente (los ríos temáticos que corren en sentido inverso al gran mar que significó el Tema de la Revolución se están secando) no hay Tema Mexicano. 5). Y de la mano del anterior punto, la incertidumbre de la utilidad de encontrar o buscar el Tema Mexicano, a riesgo de que se confunda con un nuevo nacionalismo.
Las novelas que en México aparecieron y aparecerán del año 2000 al 2010 (la década inicial) son un amasijo multitemático que aparentemente no tiene cohesión. En este lapso, los escritores de Primera Novela, de Segunda y Tercera dan pasos atrabancados, unos, y cuidadosos, otros, sin que ninguno, lógicamente, haya conseguido Obra. Podríamos aventurar que existen unos 80 (¿quizá 100?, hay que ponerse al día revisando los índices de las antologías) escritores nacidos en los setenta publicando en editoriales comerciales, ganando premios nacionales y apareciendo en revistas y suplementos que circulan en todo el país. Ése, según la nueva moda, es el relevo, los que quitarán a los nacidos en los sesenta (el engañoso peor enemigo de esta generación incipiente) de en medio.»
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