Foto: Jordan Matter |
»Pero debo añadir que si no le perdemos el miedo a lo "obligatorio" jamás conseguiremos que los jóvenes se vuelvan lectores, porque quienes somos de letras estamos a priori contra todo lo que sea obligatorio. Sin embargo, mis profesores de matemáticas me obligaron a sumar exponentes, simplificar radicales, despejar ecuaciones de tercer grado y calcular senos sobre cosenos. ¡Jamás senos sobre senos! Todavía recuerdo que menos B más menos raíz de B cuadrado menos cuatro AC sobre dos A, debe ser igual a cero. ¿Por qué carajo me acuerdo de esa huevada a mis cincuenta y cuatro años? Porque fui obligado a memorizar esa fórmula, tal como no tuve más remedio que aprender a sacar máximos comunes divisores, mínimos común múltiples y otras obscenidades. Los profesores de ciencias jamás dudan ni tienen los pruritos morales que nos acogotan a los de letras. Si el profesor de química te decía que tenías que aprenderte la tabla periódica con sus pesos atómicos, te los aprendías. Si el profesor de física te decía que debías saber que el tiempo de la caída libre de un cuerpo era igual a la velocidad final menos la velocidad inicial sobre la aceleración, te lo sabías. Yo me tuve que envainar todas esas fórmulas porque los profesores de matemáticas no dudan y por eso los profesores de letras hemos perdido la batalla del fomento de la lectura.
»Si el problema es el verbo "obligar", entonces habrá que usar "exigir", "impeler" o "instar" para que los alumnos lean, porque tienen que leer. El problema es qué deberían leer. Si tienen doce años, tendrán problemas para comprender el Lazarillo de Tormes o Rinconete y Cortadillo, pues para ellos sería más fácil leer Harry Potter, El Señor de los Anillos o los cómics de Iron Man. Si los maestros les explicaran la relación que existe entre la armadura de Aquiles y la armadura de Iron Man o entre la espada Excálibur y las espadas láser de La guerra de las galaxias, los alumnos lo agradecerían.
»Los alumnos universitarios se quejan de que les mandamos leer textos muy difíciles, mas no porque estén leyendo epistemología o estructuralismo. No, para ellos algo es "muy difícil" cuando tropiezan con un adjetivo que no entienden. Y como es más fácil buscar un adjetivo en el ordenador, ya nadie tiene diccionarios en casa. Antes había al menos un Pequeño Larousse, un Everest, un Sopena, pero ahora es que han desaparecido. Soy de los que piensan que todos deberíamos pagar un canon para que en la barra de cualquier navegador haya un enlace a la web de la RAE, de modo que sea más sencillo hallar la definición de cualquier voz en nuestra lengua.»
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