viernes, enero 08, 2016

El deseo - Juan Francisco Ferré

Tomado de La vuelta al mundo, blog de Juan Francisco Ferré

«Como intelectual hedonista, Foucault creía que el placer era la instancia decisiva, la que transfiguraba la abstracción del deseo en moneda de cambio para los cuerpos, mientras Deleuze, más romántico y naturalista, atribuía al deseo el poder de crear la realidad como un escenario en que sujeto y objeto pudieran acoplarse, incluso intercambiando posiciones durante el encuentro. Por su parte, Baudrillard, para alejarse del naturalismo y la impronta primitiva de la pulsión, lo focalizó todo en la estrategia de la seducción, creando una síntesis de deseo y placer sin la que parece imposible salir de los dilemas de uno y otro (placer sin deseo, deseo sin placer, auténticos males de la economía libidinal contemporánea). En los dominios del deseo, venía a decir Baudrillard, la seducción opera otorgando al objeto todo el peso y descargando al sujeto, que se limita a ser atraído fatalmente a la órbita del otro. El seductor es víctima de la estratagema del objeto y acaba sucumbiendo a ella, en un juego reversible pero agotador que anula la diferencia entre uno y otro papel.

»Examinando el tráfico de las redes sociales y haciendo un rápido inventario de selfies testimoniales, se vuelve obvio que el sujeto y el objeto de deseo de nuestra época convergen: el yo hecho público y ubicuo por todos los medios disponibles. El narcisismo es el deseo del sujeto transfigurado en objeto de mirada para sí mismo y para los demás. La pesadilla que Baudrillard acaso no previó, extremando la lógica de la seducción, es que en un mundo compuesto íntegramente de objetos de seducción deja de existir el deseo. O no existe más que como subproducto narcisista, como deseo de sí en tanto objeto propio, posesión ególatra, ensimismamiento estéril. Donde no hay sujeto deseante no hay, por tanto, sujeto alguno. El criterio del deseo define, pese a todo, la gran diferencia entre el objeto y el sujeto y solo el segundo (el sujeto) se reconoce frente al otro (objetualizado o no) como voluntad de deseo».

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