jueves, diciembre 18, 2014

Habla y escritura - Modiano

¡Cómo se identifica uno con otras palabras, con ciertas visiones! Fragmento del discurso de Patrick Modiano al recibir el Premio Nobel de Literatura, 7 de diciembre de 2014.

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Esta es la primera vez que tengo que dar un discurso ante una gran asamblea y siento cierta aprensión. Algunos pueden sentirse tentados a creer que para un escritor, es natural y fácil disfrutar de este ejercicio. Pero para un escritor -o por lo menos un novelista- a menudo las relaciones son difíciles con el habla. Y si tenemos en cuenta la distinción académica entre lo escrito y oral, un novelista es mejor escribiendo que hablando. El escritor, que suele ser tranquilo, a la hora de entrar en un nuevo escenario debe mezclarse con la multitud. El escritor escucha conversaciones sin que se note, y si termina involucrado en éstas, es para hacer algunas preguntas discretas para entender mejor a mujeres y hombres. Tiene una voz vacilante, debido a su costumbre de destruir sus escritos. Por supuesto, después de múltiples tachaduras, su estilo puede parecer claro. Pero cuando habla, no tiene los recursos para corregir sus vacilaciones.

Y yo pertenezco a una generación en la que no nos dejaban hablar a los niños, excepto en raras ocasiones y si pedíamos permiso. Pero no nos escuchaban, y a menudo nuestro discurso fue interrumpido. Esto explica la dificultad de palabra de algunos de nosotros, nuestro ritmo a veces indeciso, o demasiado rápido, como si temiéramos cada instante la interrupción. Tal vez esa sea la razón por la que el deseo de escribir se apoderó de mí, como le sucede a muchos otros, al final de la niñez. Uno espera que los adultos lo lean. Se verían obligados a escuchar sin interrumpir y a saber de una vez por todas lo que uno tiene en el corazón.

El anuncio del premio parecía irreal y yo estaba ansioso por saber por qué fui elegido. Hasta ese día, creo que nunca me había percatado tan intensamente de cómo un novelista es ciego a sus propios libros y cómo los lectores saben mejor que él lo que él escribió. Un novelista nunca puede ser el protagonista, excepto para corregir los errores de sintaxis en sus manuscritos, o las repeticiones, o para eliminar un párrafo. Él tiene una representación confusa y parcial de sus libros, como un pintor ocupado haciendo un fresco en el techo: la mentira de los andamios, que funciona en detalle, demasiado cerca, cuando de otro lado, más lejos, hay una visión global de lo pintado.

Actividad solitaria y curiosa la del escritor. Pasa por momentos de desaliento al escribir las primeras páginas de una novela. Tiene todo el día el pálpito de que algo anda mal. Y a continuación, es grande la tentación de volver atrás y empezar de otra manera. El escritor no debe sucumbir a esta tentación, sino seguir la misma ruta. Es como estar al volante por la noche en invierno y seguir manejando en medio de la bruma y la nieve, sin visibilidad. Usted no tiene otra opción, no se puede dar marcha atrás. Debe seguir avanzando por el camino diciéndose que con el tiempo será más seguro y la niebla se disipará.

Cuando ya está a punto de terminar un libro, parece que la obra comienza a separarse de usted y usted, el escritor, ya respira el aire de la libertad, y empieza a parecerse a los niños en el salón de clases la víspera de los días festivos. Esos niños son ruidosos y distraídos y no escuchan a su maestro.
Yo diría que al escribir los últimos párrafos, el libro hasta empieza a demostrar cierta hostilidad en su prisa por deshacerse de usted. Y luego uno ha llegado a la última palabra. Se acabó, el libro ya no lo necesita a usted, él ya lo ha olvidado. En estos momentos un escritor se prueba a sí mismo. Tiene en ese momento un gran vacío y la sensación de ser abandonado. Y también una especie de insatisfacción debido a este vínculo entre el libro y él. Le puede parecer que todo ha ido demasiado rápido. Esta insatisfacción y esa sensación de algo inacabado lo empujará a escribir el próximo libro para restablecer el equilibrio —que nunca se alcanza. A medida que pasan los años, los libros siguen y lectores hablan de un "trabajo". Pero se tiene la sensación de que era sólo un largo vuelo hacia adelante.

Sí, el lector sabe más de un libro que el propio autor. Sucede entre una novela y su lector, un fenómeno similar a la del revelado de fotos, tal como se practicaba antes de la fotografía digital. En el momento de la impresión en el cuarto oscuro, la imagen se hace visible gradualmente. A medida que avanzamos en la lectura de una novela, tiene lugar el mismo proceso químico. El novelista nunca obliga a su lector —en el sentido de un cantante que se dice que fuerza su voz— pero lo conduce imperceptiblemente, dejando suficiente espacio para que se sumerja en el libro gradualmente. Es un arte que se asemeja a la acupuntura: al insertar la aguja en un lugar muy específico, el efecto se propaga a través del sistema nervioso.

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