Sentí un funeral en mi cerebro,
los deudos iban y venían
arrastrándose —arrastrándose hasta que pareció
que el sentido se quebraba totalmente.
Y cuando todos estuvieron sentados,
una liturgia, como un tambor
comenzó a batir —a batir— hasta que pensé
que mi mente se volvía muda.
Y luego los oí levantar el cajón
y crujió a través de mi alma
con los mismos botines de plomo, de nuevo,
el espacio comenzó a repicar,
como si todos los cielos fueran campanas
y existir, sólo una oreja,
y yo, y el silencio, alguna extraña raza
naufragada, solitaria, aquí
y luego un vacío en la razón, se quebró,
caí, y caí
y di con un mundo, en cada zambullida,
y terminé sabiendo —entonces.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario