viernes, marzo 09, 2012

Viernes de Virgilia

Todos los días son viernes de Virgilia: recorrer en abstinencia los círculos de este infierno, con la esperanza esperando en la puerta y un sueño cada vez más difuso por guía. Siempre es de noche en el infierno terrenal, donde rechinamos los dientes y las palabras son gritos, donde no estás, donde resido (todo viaje es residencia y resistencia), tan parecido al paraiso, lento y eterno.

Cuando a uno lo mandan al infierno más vale no desesperarse. Hay un viaje que se tiene que hacer.

Díganle a Beatriz que espere, que algún día —no sé cuándo— escaparé de estas llamas, que no preste atención a mis posibles llagas. No estaré con ella por siempre y aquí soy casi invisible. Por lo menos aquí son menores mis pecados y nadie voltea a verme: para ellos yo soy el fantasma. Su dolor es más intenso, o así parece, mientras me busco disimuladamente en cada círculo. Si llegué aquí tal vez no sea yo.