"esa sensualidad encaminada a la posesión del fruto prohibido por el solo hecho de ser prohibido, para saber, para obtener esa sabiduría en la que los teólogos veían el pecado supremo contra el Espíritu Santo. y que constituía una de las determinantes inmutables del pensamiento del racionalismo. Los personajes de Sade no se excitan en el sentido pasional, sino sólo en sentido intelectual. No gozan, investigan".
Salvador Elizondo, "Quién es Justine"
en Teoría del infierno y otros ensayos
(El Colegio Nacional/Ediciones del Equilibrista, 1992)
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