domingo, octubre 31, 2010

Cambio de horario



Por lo regular el cambio de horario me vale madre. Digo, a veces la noche manda y el día no existe, hay minutos eternos y horas perdidas. El tiempo es relativo, por lo cual no importa que el reloj marque un número si la vida va por otro rumbo.

El cambio de horario me ha agarrado casi siempre dormido (literalmente o por olvido) y es hasta el día siguiente cuando hay que cambiar los relojes que no se ajustan en automático. Eso de hacerlo la noche anterior es perder el tiempo, digo.

Sólo una vez disfruté a plenitud un cambio de horario, hace once años. Fue en Guadalajara tras un encuentro de escritores. A ella no la había visto en mucho tiempo y esa noche era la última oportunidad de verla, de oírla. Tenía que levantarme a las seis para tomar el autobús de las siete de regreso a San Luis Potosí y la conversación a la orilla de la alberca era mágica, con ella y otros colegas.

Ni me acordaba, pero alguien dijo que esa noche cambiaba el horario. Para mí ya había cambiado el tiempo, me cae, pero sí me alegré de esa hora más, sacada del sombrero de algún mago.

1 comentario:

  1. Es lindo así. Cuando el cambio de horario se pone a favor en algo agradable o trascendental.

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