miércoles, febrero 25, 2009
Suerte felina - Andrea Saldaña
(amable colaboración de la colega Andrea Saldaña, quien espera comentarios y nos invita a la presentación de su libro Cuentos de Genero...Sidad este jueves 26 en Cerritos, muy cerca de la Bella Villa)
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Fueron pocos y muy leves los accidentes que sufrí de pequeña, una conmoción cerebral originada por un ciclista que me atropelló marcó la primera de las ocasiones en que me salvé de morir. La segunda sería años después, en el arroyo de San Tiburcio, donde mi hermano evitó que me ahogara ya que había resbalado mientras trataba de pescar, alejada de la familia, buscando la soledad y el silencio, ya que desde entonces los disfrutaba lo mismo que mi independencia muchas veces considerada como una de mis extravagancias.
Solía jugar con Missy, una amiga y vecina, me gustaba la casa donde vivía, podíamos subir al árbol cuya altura era un verdadero desafío. Tendida en una de las ramas más gruesas podía ver el cielo y las nubes que pasaban lentas, como la tarde, como la vida. Aún recuerdo el olor de sus ramas y sus frutos: agridulce, pegajoso, se impregnaba a mi pelo por más que me limpiaba constantemente. Nos divertíamos haciendo huir a los pájaros que siempre se posaban en las ramas, parecía que sabían el juego, Missy me dejaba dirigirlo pues confiaba plenamente en mi astucia: nos escondíamos atrás del tronco, veíamos como traían materiales para el nido, saltábamos simulando un ataque y ellos volaban en desorden dejando tras de sí un crisol de colores, de luces y de trinos, una ocasión me hicieron perder el equilibrio y hasta el suelo fui a dar, me fracturé dos costillas, razón por la cual me alejé temporalmente de estos pasatiempos.
El corral nos daba la ocasión de corretear a las gallinas y comer los huevos de los nidos, para compensar tales hurtos compartíamos el agua y la comida con ellas. A veces nos sentábamos placidamente en los columpios. Un día llegó un primo lejano de Missy, su aroma era inconfundible, era un verdadero animal salvaje, el olor del gallinero era menos penetrante, simulando una caricia se me acercó y trató de morderme, yo me defendí arañándolo, mi amiga lo mordió por detrás y yo aproveché para correr y salir de la casa. Missy no tuvo tanta suerte ya que le dejó una fea cicatriz que nos hizo mantenernos alejadas de tal bestia.
Dicen que no hay quinto malo, creo que es cierto. Una de las mejores comidas de mi vida me causó tal intoxicación que estuve a punto de morir, los dolores eran insoportables, el vómito empezó bruscamente y a nadie parecía importarle, pensarían que estaba fingiendo ya que generalmente no me gustaba estar en fiestas como la que se estaba celebrando. No supe a que hora me atendieron. Creo que perdí el conocimiento. Al despertar mi madre estaba a mi lado, en cuanto se aseguró que estaba mejor se fue, no se si a seguir la fiesta o a vigilar a mi padre y a mis hermanos.
La siguiente fue solo una mala interpretación, pasó el Pepón y me invitó a que fuéramos a coger un ratón, yo acudí entusiasmada pues mi apetito por los roedores es bien conocido y la expectativa de tener un compañero y amigo era bastante atractiva…pero se refería a otra cosa y como no estuve de acuerdo tuvimos una pelea fenomenal de la que salí lastimada, pero viva, el hecho me hizo aceptar que habría gastado ya mi 6ª. vida.
Mientras me recuperaba tuve tiempo de pensar en todo lo que había pasado. Algunas de las canciones idiotas que había oído en otro tiempo ahora adquirían otro sentido, me gustaba escuchar aquella que dice “El gato que está, en la oscuridad, sabe que en mi alma... una lágrima hay” pero sobre todo la parte que habla de la tristeza reconociendo la posibilidad de que tenemos sentimientos “El gato que está triste y azul…”.
Un perro acaba de llegar a la casa de junto, es doberman y es tan fiero como su dueño…. Además, el Pepón ha pasado varias veces frente a la casa con una gata de lo más corriente, en el vecindario dicen que ha andado con todos los gatos de la calle, supongo que ella acepta todo lo que el buscaba conmigo, él a cambio aceptará su manera de ser, todos felices.
He decidido que voy a estar encerradita en mi casa, mis movimientos felinos los usaré en el ámbito doméstico, me deleitaré ensayando una mayor variedad de maullidos y ronroneos, lameré con más frecuencia mi pelaje color miel, en las noches de verano contemplaré la luna y las estrellas de la noche y en otoño e invierno me quedaré cerca del fuego de la chimenea, siempre ha sido mi recurso, lo uso como un refugio, practico en silencio mirando fijamente, ha resultado una buena evasión, no me doy cuenta del tiempo ni de nada, fascinada con los colores de las llamas, sus pavesas y mis recuerdos.
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