sábado, enero 03, 2009

Laboratorios clónicos o antologias

(Fragmento de "Panoramas perversos o acerca de la construcción artificial del prestigio", de Jorge Fernández Granados)

¿Cuales son, específicamente, los mecanismos de poder que una antología conlleva? Sin dejar de reconocer sus excepciones, esto es, las genuinas empresas intelectuales y los valiosos instrumentos de crítica literaria que hay en algunas, observo tres constantes en casi todas ellas:

1. De entrada, su autor, o autores, incurren en un espejismo jerárquico: quien se propone como juez busca imponerse como depositario de la justicia. Aún en el caso de acertar en sus evaluaciones, es innegable que parte de una sobrevaloración de la autoridad de su propio juicio, la cual lo lleva —por ingenuidad, protagonismo o pura ambición— a confundirlo con la verdad. En otros términos, el más infantil de los sofismas: «lo que me gusta es bueno y es bueno porque me gusta».

2. Enseguida, el afianzamiento de un reducto doctrinario: nadie hace una antología contra sí mismo; por el contrario, suele ser una proyectiva apología. Lo que su autor afirma entre líneas con ella es entre otras cosas el árbol genealógico de su gusto (y de paso de su propia obra literaria, cuando esta existe). Aunque procure revestir esta doctrina de una desinteresada pasión crítica, obedece a una indirecta estrategia de legitimación.

3. Por último, la motivación menos sutil y más común: figurar. Aparecer a como dé lugar en un escenario del que se teme ser excluido. Quien realiza una antología sabe que es otro modo de hacerse presente en un epicentro literario. Se adivina la doble moral del anfitrión: el único invitado sin invitación puesto que es el convocador de la fiesta. Aún en el caso de no incluirse, es evidente que quien firma una obra de este tipo se ha incluido a sí mismo, desde una agazapada posición de autoridad.

Antologar, en suma, sólo es comprometerse con una opinión. Y quien lo hace debe asumir sus consecuencias. Suponer que esa opinión puede ser más que eso es soberbia o desvarío. La antología contemporánea debe o debería ser ante todo crítica literaria. Polémica o convencional, pero siempre responsable, abierta y discutible crítica literaria. Pero he aquí que las obras de este género en México, si bien pronto han pasado de ser libros de texto o difusión a ser caprichosas ejecuciones sumarias entre adversarios, no han logrado despojarse tan rápidamente del aura canonizante que despiertan. Aún se tiene el prejuicio de que en ellas yace alguna nomenclatura de la posteridad y por lo tanto se las recibe con resquemor y no pocas veces con justificada animadversión.

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