miércoles, noviembre 01, 2006

Obituario 4: Roger


Sí, como dice la cita que como epígrafe le robamos a Italo Calvino: el infierno es éste, el que habitamos todos los días. El mejor homenaje que se le puede rendir a alguien como Roger es tratar de ser congruente con sus ideas y darlas a conocer, para que sigan floreciendo...

Hay voces que reniegan de los homenajes, y más de los que se hacen en vida. En San Luis Potosí muchas veces nos admiramos de los espejitos que traen de fuera o creemos que somos la última coca del desierto. En una sociedad egocéntrica como la actual el reconocimiento a los demás nos parece excesivo porque no nos acostumbramos a trabajar, a crear para otros y hasta la crítica constructiva a muchos les parece motivo para agredir o ignorar.

No todo son blancos o negros en el panorama cultural, pero hay administraciones o funcionarios que no le dan a la cultura el valor que merece. Y hay los que se merecen un aplauso, que talachan como hormiguitas, demasiado y en silencio. Hay actividades pero deberíamos preguntarnos, primero, ¿hay una política cultural de Estado más allá de la pompa y los caprichos? ¿Se tienen identificados públicos, creadores, promotores, necesidades, hábitos, accesos, edades? Es más, ¿se alienta la identidad como factor de cohesión?

Hay quienes luchan desde su trinchera a pesar de que poco se les apoye. Rogelio Hernández buscó todo tipo de trincheras, hasta las oficiales, pero sobre todo se preocupó de tratar de que sus lectores, escuchas o espectadores nos interesáramos en las culturas del México profundo, las que no parecen interesar al Estado: los adultos mayores, los campesinos, los jóvenes, los gays, la cultura erótica, la cultura de los barrios y colonias más lejanas.

La democracia debería existir, y no sólo en el plano político. La descentralización debe ser más que un membrete. La globalización debe tener un espacio junto a lo local.

Se trata de crear un interés legítimo, de servicio, no de lengua para fuera, como sucede con las seudociencias y seudo científicos, que no aplican una metodología, utilizan un lenguaje científico sólo en apariencia, descalifican las críticas aduciendo conspiraciones o proclamándose objeto de persecución y exigen que se reconozca su carácter científico, pero sólo ante el público general, renunciando a poner a prueba sus explicaciones ante la comunidad científica establecida.

Se trata de ver que hay más allá del San Luis oficial, ver en dónde los jóvenes hacen sus reuniones, donde se hacen periodiquitos o fanzines, estimular el interés creativo de los municipios que tienen tanto talento desperdiciado, de que no se escuche una sola voz.

Falta demasiado, pero no se va a lograr si seguimos encerrados en nuestra insulita. En una sociedad justa, alguien lo dijo, todos deberíamos ser intelectuales. El mejor legado de Rogelio es tratar de contribuir a aminorar la desigualdad en el acceso y el disfrute de los bienes culturales y ese es el debate que nos proponemos acrecentar y llevar a varios foros con este libro que salió a pesar de todo y de muchos.

La cultura, a fin de cuentas, es algo colectivo, disfrutable, vendible, y debe ser adquirible por todos.

* Texto leído en la presentación del libro Promoción Cultural en San Luis Potosí. El legado de Rogelio Hernández Cruz (Desierto, 2006), en la Sala de Conferencias del IPBA, el 18 de octubre de 2006.

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