miércoles, noviembre 01, 2006

Obituario 3: Tina


La tía Tina era muy gorda, de esas gordas norteñas (de Ssshihuahuaa) que siempre alegran a los que están alrededor. Larga la agonía, corto el duelo. Nos visitaba seguido, siempre en las navidades, y alcanzó a darle el adios a sus suegros, mis abuelos.

La enfermedad no le impedía sonreír a todo lo que daba...

Jaime Torres Bodet escribió:

"No es el olvido. Es una paz más tensa,
una fe de acertar en lo que ignoro;
algo —tal vez— como una voz que piensa
y que se aísla en la unidad de un coro.

"Y esa voz es mi voz. No la que oíste
viva, cuando te hablé, ni la que el fino
metal del eco ajustará en su engaste,

"sino la voz de un ser que aún no existe
y al que habré de llegar por el camino
que con morir tan sólo me enseñaste."

Uno de sus hijos, acompañado solidariamente por su ya casi ex esposa, salió de San Luis Potosí a Chihuahua para estar en el velorio de la tía Tina. Ya casi al llegar —son casi doce horas de camino aburrido, en una recta que parece sacada de la nada y dirigida hacia allá— recibieron la noticia de que la mamá de su ya casi ex esposa había fallecido unas horas antes. Apenas llegaron, saludaron y rezaron, y regresaron para despedir a la otra madre, la que había mandado saludos a todos los dolientes de por allá.

Como dicen los comerciales de la cerveza Sol: qué ironía...

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