lunes, agosto 30, 2010

nagual


Por poco la piso. Todo el mes se ha aparecido en mi oficina, justo al mediodía, y se queda un rato sobre el escritorio. De tantas especies, no distingo a cuál puede pertenecer. Cuando se siente observada se hace bolita, y después de un rato se marcha tan tranquila. Es una hembra, supongo, dicen que los machos tienen alas.

No me había importado tanto (de niño llegaban a la casa en hileras que a veces asustábamos para ver la línea formada por puntos que sabíamos que nos veían), y hasta me caía bien la visita (como la de un petirrojo que cada día se para en el árbol que se ve por la ventana) hasta hace rato, cuando llegó junto a mi cama y ahí se acurrucó. Nunca había llegado ahí, al menos no a esta hora. Justo había leído sobre su manera de reproducirse y pensé en la tinta roja, que junto con la negra hacían posible la representación del mundo prehispánico:

Xicmocuitlahui in tlilli, in

tlapalli,
in amoxtli, in tlahcuilolli,
intloc, innahuac ximocalaqui
in yolizmatqui, in tlamatini.

(Cuida de la tinta negra y roja,
los libros, las pinturas,
colócate junto y al lado,
del que es prudente, del que
es sabio.)


Y llega a esta hora. Y los aztecas le llamaban nocheztli, la sangre de las tunas. Y yo con este insomnio. ¿Quiere que la cuide o viene a cuidarme? ¿Qué quiere que construya esta vez? Todos sueñan con naguales águila, serpientes, hasta perros, pero tal vez la cochinilla sea mi animal protector-protegido: es una plaga cuya utilidad es la tinta (algo que no controla, como la digestión o la circulación de la sangre),  sustancia espesa, la cual sólo suelta cuando está a altas temperaturas. Pobre, no puede hacer otra cosa que hacerse rosca cuando algo pasa fuera de cierta realidad.

Dormiré, dormiremos, a ver cómo se tiñen los sueños.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario