lunes, enero 11, 2016

Música clásica y genialidad: James Rhodes

De la dificultad de elección y creación en la música, algunos fragmentos de la entrevista de Kiko Amat en Jot Down Cultural Magazine al pianista James Rhodes. La música que elegimos, la creación que nos llega a la cabeza en lugar del suicidio posible. Pasa en la música y pasa en la literatura. Debería pasar:

«No tengo ningún problema con la gente que afirma odiar la música clásica. Lo tengo con la gente que afirma eso, pero que no la ha escuchado. Que lo dice solo por prejuicio, porque cree que pertenece a otro tipo de personas en otro lugar. La música clásica se ha polarizado, hoy en día. Se disculpa por su propia existencia continuamente. Así que las dos únicas opciones a tu alcance van a ser: 1) Alguien en frac, pajarita blanca, una concepción sagrada e intocable del concepto, entradas carísimas, nada de ruido, nada de aplaudir si no toca, o b) Alguien en bikini, con una batería, y máquina de hielo seco, y los Cincuenta mejores clásicos del chill out. [ríe]. Creo que la música clásica tiene que realizar un salto a un punto medio de todo esto. La música es solo música. Una recopilación en Spotify es una introducción perfectamente adecuada al tema. No tiene que ser música inaccesible ni tampoco banalizada. De Bach a Rachmaninov, y todo lo que va en medio. Mucha gente, estoy seguro, desearía saber más de música clásica, pero es difícil saber por dónde empezar. Pongamos que quieres escuchar la Quinta sinfonía de Beethoven. Ta-ta-ta-taaaa. Esa todo el mundo la conoce. Vamos a iTunes y existen trescientas grabaciones del mismo tema. Con portadas horribles. Si eso no es suficiente barrera, luego te topas con: ¿Movimiento?, ¿qué coño es un movimiento?, ¿allegro, scherzo, adagio…? ¿Hay tres, hay cuatro? Así que te acabas comprando los Cincuenta mejores clásicos del chill out. Todo eso es innecesario. La música no necesita cambiar, solo la forma en que se presenta, para que sea aceptable.

»Piensa en Beethoven. Un tío que se estaba quedando sordo, vale. La gente no piensa en que al final de su vida le aquejaba un dolor insostenible, los médicos tenían que agujerearle el estómago y aun así rechazaba los medicamentos. Porque tenía que componer. Un hombre que fue apaleado casi hasta la muerte por su propio padre borracho, antes incluso de ser adolescente, cuando tenía dieciséis años. Beethoven tuvo que presentarse a juicio para tomar el control de los ingresos de su padre, para asegurarse de que alimentaba a su familia. Él sabía que su padre iba a bebérselo todo, y luego zurrarles un poco más. Todas esas historias terribles… Y asimismo, doscientos años después, aún escuchamos su música. ¿Sucederá lo mismo con Coldplay en cien años? Quizás, pero permíteme dudarlo. Lo que sí sé es que seguiremos escuchando a Beethoven. ¿Por qué eso es así? ¿Por qué Bach, que vio morir prematuramente a once de sus doce hijos, escribió la música más gozosa de la historia? ¿No merece la pena explorar algo así? Tiene que haber una razón que explique por qué algunas de las mejores mentes del mundo siguen perplejas ante la genialidad de la que hacen gala algunos de aquellos compositores. Mozart: un cabrón increíble. Un tío que, al loro, escribió a su padre para decirle: «Estoy en Linz, en Austria, y tengo que presentar mi sinfonía mañana. Mejor que me ponga a ello» [ríe]. ¡En un día, por el amor de Cristo! [Se cubre la cara con ambas manos]. Mira, Amazon acaba de sacar las obras completas de Mozart. Setenta CD. Piensa en ello. Y murió a los treinta y cinco. Imagina tocar todos esos setenta CD. ¿Sí? Pues ahora imagina componerlos. En treinta años, si hubiese empezado a componer a los cinco [ríe].

»Seguro que tú también has hecho cosas a pesar de algo. Y eso es lo más asombroso. Que a las cuatro de la mañana, cuando se desvelaron y pensaron: ¿Me tiro por la puta ventana, o escribo una sonata para piano? Escogieron lo segundo. Optaron por crear. Por eso es tan importante. Si hoy en día desconectáramos nuestros móviles y escogiésemos crear algo, aunque solo fuese durante treinta minutos… Hallar una forma de escapar de la reality TV, los pagos de la hipoteca, la rabia, encontrar algo que pueda contrarrestar todo eso. Todos aquellos compositores fueron las rockstars originales».

2 comentarios:

  1. Anónimo3:17 p.m.

    Me parece marivilloso que se pueda evocar una melodía completa con un simple "Ta-ta-ta-taaaa". Pienso en un Tu-tu,tu-tu tururúúú. Pero nadie puede hacer eso con Paganini (creo).
    Nix.

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