y alegar contra mí mi deshonra,
Sabed ahora que Dios me ha derribado,
y me ha envuelto en su red.
He aquí, alzo el grito por la violencia,
mas no hay respuesta;
clamo por auxilio, mas no hay derecho.
Cercó de vallado mi camino,
y no puedo seguir; Y sobre mis veredas puso tinieblas.
Hame despojado de mi gloria,
y quitado la corona de mi cabeza.
Me derribó por todos lados, y perezco;
Y ha hecho arrancar mi esperanza como árbol arrancado.
Hizo arder contra mí su furor,
y me contó para sí entre sus enemigos.
Vinieron sus ejércitos a una,
y se atrincheraron en mí,
y acamparon en derredor de mi tienda.
Hizo alejar de mí a mis hermanos,
y mis conocidos como extraños se apartaron de mí.
Mis parientes se detuvieron,
y mis conocidos se olvidaron de mí.
Los moradores de mi casa y mis criadas me tienen por extraño;
Forastero soy yo a sus ojos.
Llamé a mi siervo, y no respondió;
De mi propia boca le suplicaba.
Mi aliento vino a ser extraño a mi mujer
mi súplica a los hijos de mis entrañas.
Aun los muchachos me menospreciaron:
En levantándome, hablaban contra mí.
Todos mis confidentes me aborrecieron;
Y los que yo amaba, se tornaron contra mí.
Mi piel y mi carne se pegaron a mis huesos,
y he escapado con sólo la piel de mis dientes.
y se atrincheraron en mí,
y acamparon en derredor de mi tienda.
Hizo alejar de mí a mis hermanos,
y mis conocidos como extraños se apartaron de mí.
Mis parientes se detuvieron,
y mis conocidos se olvidaron de mí.
Los moradores de mi casa y mis criadas me tienen por extraño;
Forastero soy yo a sus ojos.
Llamé a mi siervo, y no respondió;
De mi propia boca le suplicaba.
Mi aliento vino a ser extraño a mi mujer
mi súplica a los hijos de mis entrañas.
Aun los muchachos me menospreciaron:
En levantándome, hablaban contra mí.
Todos mis confidentes me aborrecieron;
Y los que yo amaba, se tornaron contra mí.
Mi piel y mi carne se pegaron a mis huesos,
y he escapado con sólo la piel de mis dientes.
tened compasión de mí!
Porque la mano de Dios me ha herido.
¿Por qué me perseguís como Dios,
y ni aun de mi carne os saciáis?
¡Quién diese ahora que mis palabras fuesen escritas!
¡Quién diese que se escribiesen en un libro;
Que con cincel de hierro y con plomo
fuesen esculpidas en piedra para siempre!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario