domingo, marzo 01, 2009

Recuento apretado (ya vendrán los detalles)

Faltan unas horas para el regreso, pero ya casi es hora de desconectarme para aparentar, a ver con qué grado de éxito, ser una persona normal. Fueron días con todo lo bueno y malo que puede ofrecer una ciudad inmensa, la más bella y terrible, donde sobreviví en el vientre de la ballena, como Jonás, alter ego de Pinocho, con las mismas ganas de mentir(me) y la misma paciencia (¿o ese era Job...?, es lo mismo: la transferencia de sueños ha sido constante). En estas calles, como en el metro, puede uno estar acompañado y no obstante los manoseos sentirse totalmente solo, a pesar del ángel guardián, que también los hay. Son cientos observando desde la Latinoamericana con sus catalejos.

Hora de dejar un hotel donde los sentidos se crecen, con pesadillas y poesía, y que está al lado de centros culturales como el Kit-Kat. Amigos reencontrados como Jair y Daniel y Ricardo, nuevos como Eusebio y Federico y Eli y los Perros (no es despectivo, ellos saben). Las presentaciones de libros del Colsan y de otros de esa ciudad colonial (no es lo mismo que el estado) que quiere ser patrimonio de la humanidad y que no lo ha logrado por ser un espejismo. Un libro donde me hacen el honor de publicarme un artículo. Compartir mesa con Juan José para presentar su libro así fuera de bateador emergente. Libros necesarios e innecesarios que no sé dónde pondré. Proyectos editoriales que no conocía pero se antojan. Una esperada charla, sabrosisimamente interminable, con Luigi sobre poesía y destino y amor y ediciones, y la vida. Los orgasmos en la lengua: carne perfumada con flores, filete de res cubierto con tuetanos y salsa de molcajete (en Los Girasoles), sopa de ajo con huevo y queso y sesos rebosados (en Café Tacuba). Nuevas ideas, posibles proyectos. Extrañar, remordimiento por lo prohibido pero por eso más deseado.

Ir de un pasaje en el centro histórico, que bien puede competir con los europeos, a la calle del hotel, donde en la esquina dos personas acomodan sus cartones para dormir, ebrios como yo, no de lo mismo. Pasear, pasar a las once de la noche enfrente del Palacio de Bellas Artes es febril, extasiante. Faltan las historias particulares que espero lleguen en próximos días. No los he visto pero hay fantasmas, susurran que ya soy uno de ellos y que me quede. No soy astrólogo pero a estas noches les faltan estrellas, nebulosas, noemas.

Regresar a Itaca para compartir recuerdos, fotos, historias, crónicas oficiales y las que no.

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