"Como tengo problemas para comunicarme con la gente, recurro a la literatura; es una forma de romper mi aislamiento. Por eso me interesa preservar la función comunicativa de la literatura, siempre amenazada en países como el nuestro. A mi modo de ver, cuando la literatura pierde esa función se convierte en un placer onanista. En El orgasmógrafo tengo un cuento, “La fuga de Tadeo”, que reduce al absurdo la búsqueda de los poetas que interrogan el vacío y se encierran en un monólogo autista, siguiendo la huella de Mallarmé. Ese tipo de escritura extasiada en la contemplación del propio intelecto, orilla a la creación literaria a un callejón sin salida".
"...el ridículo es lo que más le duele a cualquier ser humano… Pero yo creo que el humor en la literatura tiene que brotar en forma espontánea. No es algo que se pueda forzar. Es como las ganas de hacer el amor. En ese sentido, yo nunca he tratado de ser gracioso deliberadamente. De hecho, me han ofrecido escribir libretos para programas cómicos de televisión y no he aceptado, porque la obligación de ser humorístico para mí resulta inhibitoria. Cuando estoy de vena, a veces aflora un chispazo de humor en lo que escribo. El humor tiene una función analgésica, te ayuda a neutralizar cosas de la vida social, de la vida privada, que de lo contrario podrían hacerte mucho daño. Por tanto, burlarte de ellas es una vía para exorcizarlas".
Enrique Serna
(El miedo a los animales, Angeles del abismo, El orgasmógrafo, Amores de segunda mano, Señorita México, Fruta verde, etc.)
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