jueves, diciembre 27, 2007

X

Pitágoras escribió “escoge a una mujer de la cual puedas decir: hubiera podido escogerla más bella, pero no mejor. ¿Y yo qué puedo decir si escogí a la más bella y mejor de todas las mujeres que existen en el universo y puntos circunvecinos?

Napoleón comentó a su vez que “Una mujer hermosa agrada a la vista, una mujer buena agrada al corazón; la primera es una joya, la segunda un tesoro”. Yo tengo un tesoro en joyas.

Hablar de Luz, con mayúscula o minúscula es hablar de belleza y grandeza, es hablar de lo indispensable para vivir. Pero creo que Luz con mayúscula se escribe así porque es mucho más lo que se puede hablar de ella, se podrían escribir tratados sobre su persona, pero trataré de resumir.

Esta morena de ojos preciosos, cabello eternamente revuelto, cejas con arco de soberbia, boca irresistible, piel rojo fuego, etc., es la obra más perfecta de la creación, y lo sé desde hace más de diez años. Los amigos van a decir “sí, como si no tuviera defectos”, sí, pero ahí está la magia y encanto de este maravilloso enigma. Efectivamente, tiene el carácter de mil demonios, pero deberían verla en una situación extrema en que alguien necesita ayuda: ni la madre Teresa podría irradiar tanta bondad.

Que no hay nadie más agresiva y presta para despotricar contra todo el mundo, pero hay qué vivir la ternura y entrega con que cuida a un animalito desvalido. Es tan extraordinariamente valiente como para expresar en voz alta sus múltiples miedos, ama con tanta fuerza como la que pone al odiar; ríe con gran ánimo ante el ingenio, como llora conmovida ante la belleza. Escribir sobre ella es fácil, ya lo ven, y por eso le he dedicado tanto y pienso seguirlo haciendo.

Gracias por estar conmigo, por estos diez años que han sido los mejores de mi vida, por tu ternura y por tu paciencia, tu forma de ver la vida y por tu sonrisa.



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