De política y otras definiciones
Alexandro Roque
“Afortunado el hombre que se ríe de sí mismo, ya que nunca le faltará motivo de diversión”, escribió Habib Bourguiva, y al tratar de política hay doble motivo de risa, aunque a veces no se sepa si reir o llorar. Hubo un hombre que todo lo tomaba con humor, un humor amargo, satírico, demoledor, pero con una crítica que mucha falta hace en tiempos en que los gobernantes no aceptan sus errores y descuidos. Era un cínico, en la definición que él mismo creó: “miserable cuya defectuosa vista le hace ver las cosas como son y no como deberían ser”.
Ese hombre se llamaba Ambrose Bierce, y el libro que recomendamos en esta ocasión es el Diccionario del diablo, que se puede conseguir en varias editoriales a un precio muy accesible. De este libro escribió Fernando Savater que cada vez que se siente “envilecido por un acceso de optimismo” lee “un puñado de sus definiciones”. Bierce es conocido por haber inspirado el personaje de la novela de Carlos Fuentes, luego hecha película, Gringo Viejo. Bierce nació en Ohio en 1842 y murió en México en 1913, en circunstancias misteriosas, pero al parecer llenas de la libertad que lo caracterizó.
Publicadas originalmente en una columna periodística, las definiciones del Diccionario del diablo son motivo no de risa sino de reflexión. El autor hace comparaciones de tiempo, de uso y de espacio para dar su visión sobre personas, conceptos y actividades literarias, periodísticas, políticas, religiosas y sociales.
De 1911 a la fecha ha pasado mucho tiempo, pero como leemos libros sentimentales y vaqueros no hemos visto que hay quienes nos previenen de muchos desastres y cualquier crítica o broma sobre nuestro quehacer puede ser motivo de una guerra. Deberíamos ser más abiertos a la crítica y saber que lo que hacemos hay que hacerlo en serio, pero con su toque de humor. Así, política es para Bierce un “conflicto de intereses disfrazado de lucha de principios”, al mismo tiempo que “manejo de los intereses públicos en provecho privado”.
Escribió del político: “comparado con el estadista padece la desventaja de estar vivo”; del presidente: “figura dominante en un grupito de hombres”; del populista: “patriota fósil del primitivo periodo agrícola”; del ministro plenipotenciario: “un diplomático a quien se le da plena autoridad con la condición de que nunca la ejerza”; del elector: “el que goza del sagrado privilegio de votar por un candidato que eligieron otros”; del cónsul: “persona que no habiendo podido obtener un cargo público por elección del pueblo, lo consigue del gobierno a condición de abandonar el país”; del candidato: “caballero modesto que renuncia a la distinción de la vida privada y busca afanosamente la honorable oscuridad de la función pública”.
Multitud: Muchedumbre. Fuente de sabiduría y virtud políticas. En una república, objeto de adoración del estadista. […] Si muchos hombres de igual sabiduría individual resultan más sabios que cualquiera de ellos, debe ser que adquieren ese exceso de sabiduría por el simple hecho de reunirse. […] Una multitud es tan sabia como el más sabio de sus miembros, siempre que éste sea obedecido; de lo contrario es tan necia como el más necio entre ellos.
Ambrose Bierce no se anda con contemplaciones y sobre la etnología escribe: “ciencia que estudia las distintas tribus del hombre, por ejemplo, ladrones, asaltantes, estafadores, burros, lunáticos, idiotas y etnólogos”. A la historia la concibe como un “relato casi siempre falso de hechos casi siempre nimios” y a la justicia como “artículo más o menos adulterado que el Estado vende al ciudadano a cambio de su lealtad, sus impuestos y sus servicios personales”.
Al definir al bufón como “funcionario” del rey que hacía reir a los demás con chistes y su ridículo vestuario, Bierce da la vuelta a la idea y menciona que por esa misma vestimenta el mundo tardó mucho tiempo en darse cuenta de que el rey también podía hacer reir. La oposición es “el partido que impide que el gobierno se desenfrene, desjarretándolo”.
Sin embargo, Bierce tiene sus temas y personajes favoritos, a los que da definiciones más o menos elogiosas, sin dejar caer el sentido del humor.
Un periodista puede abrirse el camino a la verdad “a fuerza de suposiciones”, aunque las disperse en un mar de palabras, un loco “está afectado de un alto nivel de independencia intelectual” y la libertad es “uno de los bienes más preciados de la imaginación”.
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