miércoles, mayo 15, 2024

Alice Munro (1931-2024)


"En realidad no entiendo las novelas. No entiendo cuándo se supone que tiene que hacer su entrada la emoción en una novela, y sí sé cuándo debe hacerlo en un cuento. Hay un tipo de tensión que, si voy pudiendo escribir la historia, puedo sentir enseguida. Y no siento eso cuando intento escribir una novela. De algún modo, busco un momento que sea explosivo, y quiero que todo esté concentrado en eso".

"De cualquir modo, no me importa si lo que escribo es un cuento -clasificado como un cuento- o qué. Es una obra de ficción. Eso es lo que es".

"Trabajo lento; siempre es difícil, o casi siempre es difícil. He estado escribiendo desde que tenía veinte años, y ahora tengo ochenta y uno. Mi rutina ahora es levantarme a la mañana, tomar café y empezar a escribir. Y después, un poco más tarde, quizás me tome un recreo y coma algo y después siga escribiendo. La escritura en serio es la que hago a la mañana. No creo que pueda usar mucho tiempo al principio; deben ser alrededor de tres horas. Sí reescribo mucho, reescribo y después pienso que ya está todo listo, y lo mando. Y después me dan ganas de reescribirlo un poco más. A veces me parece que un par de palabras son tan importantes que les pido me devuelvan el libro para poder ponerlas".

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https://www.lavanguardia.com/cultura/20090527/53712129215/alice-munro-ya-no-sirvo-para-una-vida-normal-he-escrito-tantos-anos-que-no-se-hacer-nada-mas.html

"¿Una patinadora profesional es feliz cuando está patinando? Es un trabajo duro, pero es lo que sabe hacer. Sé que soy feliz cuando me viene una idea y puedo ponerme a trabajar de manera estructurada, y sé también que no soy muy buena tomando vacaciones o haciendo fiaca. Entonces, en mi tiempo libre lo que hago es ir manejando por el campo con mi marido, que es geólogo y geógrafo, identificando cosas del paisaje. Ésa es una ocupación concreta, muy buena para mí, y además mis libros tienen mucho sobre el campo y los paisajes, así que siento esos paseos como parte de una investigación previa a la escritura. Saber que esas excursiones después me van a servir para mi literatura hace que me relaje y las disfrute como algo que un poco cuenta como trabajo, que así está justificado".

domingo, mayo 12, 2024

Auroras

Foto: PixelHobby


En Laponia, para los Sami del Norte la Aurora Boreal se ha considerado como los espíritus de los muertos. Pero, sin duda, la leyenda que se ha hecho más popular es la que narra la historia del Zorro de Fuego. Se cuenta que el Zorro de Fuego es un animal muy arisco que corre por las colinas nevadas batiendo su extraordinaria cola llameante. En su carrera remueve la nieve y entre los arboles frota su piel encendiendo así un fuego que se esparce en el cielo. Cuenta la leyenda que quien atrape al mítico Zorro de Fuego será inmensamente rico y afortunado para siempre.

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Mi columna de esta semana: Ni boreales ni australes

viernes, mayo 03, 2024

Algunos consejos de Paul Auster

1. Nunca es fácil
Creo que el proyecto más difícil al que me he enfrentado es cada uno de los que he intentado hacer. Nunca es fácil. Algunas cosas se escriben más rápido que otras, pero realmente no puedo medir los grados de dificultad.

2. Relájate y sucederá
Cuando estaba escribiendo una novela y me quedaba atascado, y todos los escritores se atascan en algún momento, entraba en un estado de pánico, pensando que el proyecto se había acabado, no sabía qué hacer con él y resultaban momentos muy tormentosos. Ahora que soy viejo, cuando llego a uno de esos momentos, me digo a mí mismo: “Si este libro necesita ser escrito, si es algo valioso, si cuenta con el poder que creo que tiene, entonces voy a solucionarlo y todo lo que tengo que hacer es ser paciente”.

3. Intenta vivir en el extranjero
Dejé Estados Unidos al final de los 70, cuando tenía 24 años. Me dio una nueva perspectiva de América. Creo que es una cosa buena dejar tu país y mirarlo desde la distancia. Yo lo recomiendo. La vida es ahora mucho más cara que entonces, pero supongo que si tienes medios financieros suficientes, es muy bueno para una persona joven. Mejor hacerlo cuando eres joven que cuando eres viejo.

4. Aprende de los grandes
Creo que lo importante para los jóvenes escritores es leer a los buenos. Y supongo que con esto quiero decir a los que han resistido la prueba del tiempo. Ya sabes, los grandes. Hawthorne, Melville, Dostoevsky, Tolstoi, Kafka, Dickens… es de donde vas a sacar lo mejor.

5. No te des demasiada importancia
Cuidado con el ego y con darte demasiada importancia. No seas un escritor. Es una terrible forma de vivir tu vida. No ganarás nada con ello salvo pobreza, soledad y oscuridad. Así que si realmente quieres escribir, si te quemas por hacerlo, adelante. Pero no esperes nada de nadie. El mundo no te debe nada y nadie te lo ha pedido.




https://www.casadeletras.ar/2024/05/10/algunos-consejos-4/

miércoles, mayo 01, 2024

Paul Auster (1947-2024)


Discurso de recepción del Premio Príncipe de Asturias 2006

No sé por qué me dedico a esto. Si lo supiera, probablemente no tendría necesidad de hacerlo. Lo único que puedo decir, y de eso estoy completamente seguro, es que he sentido tal necesidad desde los primeros tiempos de mi adolescencia. Me refiero a escribir, y en especial a la escritura como medio para narrar historias, relatos imaginarios que nunca han sucedido en eso que denominamos mundo real. Sin duda es una extraña manera de pasarse la vida: encerrado en una habitación con la pluma en la mano, hora tras hora, día tras día, año tras año, esforzándose por llenar unas cuartillas de palabras con objeto de dar vida a lo que no existe?, salvo en la propia imaginación. ¿Y por qué se empeñaría alguien en hacer una cosa así? La única respuesta que se me ha ocurrido alguna vez es la siguiente: porque no tiene más remedio, porque no puede hacer otra cosa.

Esa necesidad de hacer, de crear, de inventar es sin duda un impulso humano fundamental. Pero ¿con qué objeto? ¿Qué sentido tiene el arte, y en particular el arte de narrar, en lo que llamamos mundo real? Ninguno que se me ocurra; al menos desde el punto de vista práctico. Un libro nunca ha alimentado el estómago de un niño hambriento. Un libro nunca ha impedido que la bala penetre en el cuerpo de la víctima. Un libro nunca ha evitado que una bomba caiga sobre civiles inocentes en el fragor de una guerra. Hay quien cree que una apreciación entusiasta del arte puede hacernos realmente mejores: más justos, más decentes, más sensibles, más comprensivos. Y quizá sea cierto; en algunos casos, raros y aislados. Pero no olvidemos que Hitler empezó siendo artista. Los tiranos y dictadores leen novelas. Los asesinos leen literatura en la cárcel. ¿Y quién puede decir que no disfrutan de los libros tanto como el que más?

En otras palabras, el arte es inútil, al menos comparado con, digamos, el trabajo de un fontanero, un médico o un maquinista. Pero ¿qué tiene de malo la inutilidad? ¿Acaso la falta de sentido práctico supone que los libros, los cuadros y los cuartetos de cuerda son una pura y simple pérdida de tiempo? Muchos lo creen. Pero yo sostengo que el valor del arte reside en su misma inutilidad; que la creación de una obra de arte es lo que nos distingue de las demás criaturas que pueblan este planeta, y lo que nos define, en lo esencial, como seres humanos. Hacer algo por puro placer, por la gracia de hacerlo. Piénsese en el esfuerzo que supone, en las largas horas de práctica y disciplina que se necesitan para ser un consumado pianista o bailarín. Todo ese trabajo y sufrimiento, los sacrificios realizados para lograr algo que es total y absolutamente inútil.

La narrativa, sin embargo, se halla en una esfera un tanto diferente de las demás artes. Su medio es el lenguaje, y el lenguaje es algo que compartimos con los demás, común a todos nosotros. En cuanto aprendemos a hablar, empezamos a sentir avidez por los relatos. Los que seamos capaces de rememorar nuestra infancia recordaremos el ansia con que saboreábamos el cuento que nos contaban en la cama, el momento en que nuestro padre, o nuestra madre, se sentaba en la penumbra junto a nosotros con un libro y nos leía un cuento de hadas. Los que somos padres no tendremos dificultad en evocar la embelesada atención en los ojos de nuestros hijos cuando les leíamos un cuento. ¿A qué se debe ese ferviente deseo de escuchar? Los cuentos de hadas suelen ser crueles y violentos, describen decapitaciones, canibalismo, transformaciones grotescas y encantamientos maléficos. Cualquiera pensaría que esos elementos llenarían de espanto a un crío; pero lo que el niño experimenta a través de esos cuentos es precisamente un encuentro fortuito con sus propios miedos y angustias interiores, en un entorno en el que está perfectamente a salvo y protegido. Tal es la magia de los relatos: pueden transportarnos a las profundidades del infierno, pero en realidad son inofensivos.

Nos hacemos mayores, pero no cambiamos. Nos volvemos más refinados, pero en el fondo seguimos siendo como cuando éramos pequeños, criaturas que esperan ansiosamente que les cuenten otra historia, y la siguiente, y otra más. Durante años, en todos los países del mundo occidental, se han publicado numerosos artículos que lamentan el hecho de que se leen cada vez menos libros, de que hemos entrado en lo que algunos llaman la "era posliteraria". Puede que sea cierto, pero de todos modos no ha disminuido por eso la universal avidez por el relato. Al fin y al cabo, la novela no es el único venero de historias. El cine, la televisión y hasta los tebeos producen obras de ficción en cantidades industriales, y el público continúa tragándoselas con gran pasión. Ello se debe a la necesidad de historias que tiene el ser humano. Las necesita casi tanto como el comer, y sea cual sea la forma en que se presenten "en la página impresa o en la pantalla de televisión", resultaría imposible imaginar la vida sin ellas.

De todos modos, en lo que respecta al estado de la novela, al futuro de la novela, me siento bastante optimista. Hablar de cantidad no sirve de nada cuando nos referimos a los libros; porque no hay más que un lector, sólo un lector en todas y cada una de las veces. Lo que explica el particular influjo de la novela, y por qué, en mi opinión, nunca desaparecerá como forma literaria. La novela es una colaboración a partes iguales entre el escritor y el lector, y constituye el único lugar del mundo donde dos extraños pueden encontrarse en condiciones de absoluta intimidad. Me he pasado la vida entablando conversación con gente que nunca he visto, con personas que jamás conoceré, y así espero seguir hasta el día en que exhale mi último aliento.

Nunca he querido trabajar en otra cosa.

jueves, abril 25, 2024

Pulir... - Roberto Bolaño

"Pulir el texto es como el vaciado en la escultura: corregir, leer, releer. Cada vez corrijo menos, cada vez creo que tengo más oficio. Sin embargo, en cuanto a la corrección del texto el de Flaubert me parece el proyecto más radical. Soy incapaz de pasarme cinco u ocho años escribiendo una novela. Pero en relación con el tiempo de sedimentación del texto, estoy más cercano a Stendhal que a Flaubert. El primero tardó cincuenta y tres días en escribir La Cartuja de Parma. Eso es un escritor. Es el novelista en todos sus aspectos, me siento más cercano a él incluso en la sexualidad":