Él lo supo y llegó a Xilitla,
desde donde se vinculó a la naturaleza como una enredadera en los verdes de piedras y vegetación.
Huella y contrahuella, espacios vacíos, caminos que llevan a alguna parte si se avanza lo suficiente,
al infernalmente idílico cielo potosino.
Así fue representado Edward James por René Magritte en 1937: "El principio del placer".
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