Notitas que los amigos ataron al picaporte,
papel de un rojo escarlata transparente,
crepitan como alas de polillas,
se unen con el aire.
Tantas cosas de cualquier año son inflamables:
listas de verduras, pedazos de poemas.
La llama anaranjada de los días viborea:
tan pocas cosas son una piedra.
Donde había algo y de repente no,
grita una ausencia, festeja, deja un lugar.
Vuelvo a empezar con los números más chicos.
Danza rápida, revoltijo de pérdidas y hojas,
sólo lo que no hice
sigue chisporroteando cuando se muere el fuego.
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Cito este poema en mi columna de esta semana en Pulso.
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