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martes, septiembre 07, 2021

Una ciudad caminada en los libros - Juan Manuel Roca


Ciudad y libro son dos palabras que muy lejos del azar maravilloso que invocaba el Conde de Lautréamont trazando una suerte de bodegón con paraguas y máquina de coser sobre una mesa de disección, cada vez están de manera más cotidiana involucradas. Y no sólo como palabra sino como concepto, como andadura vital.

Cualquier hombre moderno sabe que las palabras Baudelaire y «flaneur», es decir, poeta andariego y ciudad, son de la misma estirpe, de la misma naturaleza. Praga y Kafka, Jean Valjean y el París de las cañerías y los albañales, México y José Trigo, Buenos Aires y una mitología casera en Manuel Mujica Laínez, para no hablar de los mitos arrabaleros de Borges, la Montevideo orillera de Onetti, la Santiago decadente de Donoso, la ciudad de las columnas que parece fundada por Alejo Carpentier, la Caracas en la que envejece un hombre becketiano como el personaje conmovedor de mi querido Adriano González León, la Lima horrible de Salazar Bondy y la triste fundación de un conato de ciudad debida al más grande poeta vivo de este lado del mundo, Aimé Césaire, nos remiten más que cualquier teoría de lo que se ha dado en llamar con facilismo literatura urbana, al sentir de quienes vivimos en la ciudad, en sus cuatro muros cardinales.Y a recuperar las ganas de caminar calles y escritos.

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