Eché un poco de aroma 1971 (¿por qué tenía que llamarse así?, exacerbó mi consumismo mediante la coincidencia) para que huela a libros; compré dos libros, no, menos, como tres; destapé una cajita de mis cigarros de fiesta y me serví un mezcal. Rituales y recuerdos de los pasillos, de algunos stands, el inmenso interior y la intensidad de las experiencias, siempre reales, así fueran leídas, soñadas o imaginadas.
Leí y cerré los ojos. Alternadamente, se entiende.
Si leer y amar no admiten el modo imperativo, tampoco lo admite el soñar.
Soñemos. Leamos. Amemos.
Ya será el otro año, espero, que podamos ir a la FIL, sitio de mi peregrinación anual, con algunas excepciones, claro, desde 1993, creo. A por la FIL 2021, por nuevos libros y con cosecha propia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario