viernes, enero 30, 2015

Silencio

«Mientras podemos conversar, mantenemos el contacto con el mundo; el silencio prolongado es un castigo, un síntoma de "locura"... o una forma de entrega y renuncia considerada excelsa y superior, como sucede en determinadas órdenes religiosas».
Tusón


«En una de las disertaciones de K'ung Fu-tzu, el maestro chino K'ung, que vivió entre los siglos vi y v antes de Cristo y que en Europa desde el Renacimiento se conoce con el nombre de Confucio, se lee lo siguiente: "Quisiera no hablar. [...] ¿Habla acaso el cielo alguna vez? Las cuatro estaciones siguen su curso y cien seres nacen. ¿Habla acaso el cielo alguna vez?" Podemos quedar extasiados ante la profundidad de este pensamiento. Pero sólo lo conocemos porque alguien lo ha escrito. Y el sabio K'ung lo ha podido formular porque tenía las palabras a su disposición. Sin palabras nadie es nada; ni sabio, ni poeta, ni proverbio alguno podría elogiar el silencio». 
De Mauro

Citados por Helena Calsamiglia Blancáfort y Amparo Tusón Vallsen en Las cosas del decir. Manual de análisis del discurso, Ariel, Barcelona, 2002.

jueves, enero 29, 2015

A los locos - Roque Dalton

A los locos no nos quedan bien los nombres.

Los demás seres
llevan sus nombres como vestidos nuevos,
los balbucean al fundar amigos,
los hacen imprimir en tarjetitas blancas
que luego van de mana en mano
con la alegría de las cosas simples.

Y qué alegría muestran los Alfredos, los Antonios,
los pobres Juanes y los taciturnos Sergios,
los Alejandros con olor a mar!

Todos extienden, desde la misma garganta con que cantan
sus nombres envidiables como banderas bélicas,
tus nombres que se quedan en la tierra sonando
aunque ellos con sus huesos se vayan a la sombra.

Pero los locos, ay señor, los locos
que de tanto olvidar nos asfixiamos,
los pobres locos que hasta la risa confundimos
y a quienes la alegría se nos llena de lágrimas,
¿cómo vamos a andar con los nombres a rastras,
cuidándolos,
puliéndolos como mínimos animales de plata,
viendo con estos ojos que ni el sueño somete
que no se pierdan entre el polvo que nos halaga y odia?

Los locos no podemos anhelar que nos nombren
pero también lo olvidaremos.

martes, enero 27, 2015

Verdad, forma y contenido - George Steiner

Dante asegura al lector que dice la verdad. Lo jura (ti giuro) por lo que le es más preciado, la Commedia misma. Una función de verdad suprema autoriza el poema. La paradoja de la invención auténtica está íntimamente fundada en la transmutación de la naturaleza de la verdad gracias a la encarnación divina de Jesús. Las "verdades fabuladas" de los antiguos, pese a la excelencia de su forma, son, en última instancia, mendaces. O, como en el caso excepcional de Virgilio, no son verdaderas más que episódicamente.

La naturaleza de todo arte serio, de todo texto literario y filosófico es precisamente convertir en inseparables las categorías de "forma" y "contenido". El contenido de un cuadro es, en todo momento de su ejecución y percepción, el propio de sus medios formales. El sentido de una fuga o una sonata es exactamente ése. Más allá de los rudimentarios niveles semánticos, la paráfrasis y la traducción están condenadas a la distorsión o el inacabamiento justamente porque el significado del original está completamente aprisionado en su especificidad léxica, gramatical y conceptual. Una oda o un epigrama distribuyen sus palabras de modo diferente al soneto. El contenido forma y la forma confiere substancia. Por ello, por muy instintiva que sea en nuestro uso o en nuestras referencias espontáneas, la diferenciación entre lo inventado y lo creado se rompe completamente en el campo de la estética y de la semiótica.

Gramáticas de la creación

lunes, enero 26, 2015

Chuang Tzu

1. 
"Gregorio Samsa soñó que era una mariposa. Al despertar ignoraba si era Samsa que había soñado que era una mariposa o si era una mariposa y estaba soñando que era un horrorizado insecto que se despertaba en algo llamado cama".

2. 

"Dolores Haze soñó que era una ninfa. Al despertar ignoraba si era Lolita que había soñado que era una ninfa o si era una ninfa y era soñada por un entomólogo".

sábado, enero 24, 2015

El paraíso de las palabras - Roland Barthes

La lengua se reconstruye en otra parte por el flujo apresurado de todos los placeres del lenguaje. ¿En qué otra parte? En el paraíso de las palabras. Es verdaderamente un texto paradisiaco, utópico (sin lugar), una heterología por plenitud: todos los significantes están allí pero ninguno alcanza su finalidad; el autor (el lector) parece decirles: os amo a todos (palabras, giros, frases, adjetivos, rupturas, todos mezclados: los signos y los espejismos de los objetos que ellos representan); una especie de franciscanismo convoca a todas las palabras a hacerse presentes, darse prisa y volver a irse inmediatamente: texto jaspeado, coloreado; estamos colmados por el lenguaje como niños a quienes nada sería negado, reprochado, o peor todavía, "permitido". Es la apuesta de un júbilo continuo, el momento en que por su exceso el placer verbal sofoca y balancea en el goce.

(De El placer del texto)

viernes, enero 23, 2015

Un soberbio delirio de Dalí

«He tomado la decisión de que, inmediatamente después de mi fallecimiento, me pongan en conserva en espera del descubrimiento que permitirá un día a la humanidad hacer revivir al genial Dalí. Estoy persuadido de que se logrará curar el cáncer, que se realizarán trasplantes asombrosos y que el rejuvenecimiento de las células es cosa de mañana mismo. Devolver la vida será una operación ordinaria. Esperaré en el helio líquido, sin impaciencia.

»Sin embargo, siento tres aprensiones aparte del temor a la deterioración de las células de mi maravilloso cerebro. El primero es el de que la humanidad, animada por un complejo de locura asesina bajo el efecto de los trastornos debidos a la superpoblación -como algunas especies de ratas nórdicas, que se suicidan colectivamente-, se ponga a masacrar los cadáveres. Que la vida nueva que yo recupere no sea exactamente la mía, quiero decir, el cuerpo divino de Dalí, tal como se durmió. Mi deshielo, ¿marcará una reanimación o una eclosión nueva, el nacimiento de un Dalí en el cual no me reconocería? Y, por último, que la humanidad de entonces me olvide, pero este riesgo me parece flaco, en verdad, porque mi obra inmortal no cesará de aumentar y mi leyenda se unirá al prestigio de mi genio. Estoy casi seguro de que, en los siglos futuros, los hombres de todos los tiempos tendrán el deseo de ver, escuchar y de conocer las creaciones del divino Dalí, y, para mí, ¡que aventura más sublime!

»No me disgustaría que la humanidad declare un día que mi persona es sagrada y que cada generación se transmita la llama de mi cuerpo como el testigo eterno de la evolución. ¡Dalí errando hasta la extinción de los soles!, ¡qué delirio más soberbio!

»Así, ¡el mundo entero, de todos los tiempos y de todos los países, será cornudo!»

- - - - - - - - 
En Confesiones inconfesables. En Neorrabioso.

jueves, enero 22, 2015

Conferencia de Jorge Ibargüengoitia

La conferencia dio principio con cinco minutos de retraso y con la asistencia del conferenciante, el jefe del Departamento de Literatura, el señor Crespo de la Serna y cuarenta y seis desconocidos.

Después de presentarse a sí mismo, el conferenciante explicó que no iba a leer la conferencia, por la sencilla razón de que no la tenía escrita; y que no la tenía escrita, porque consideraba que si dicha conferencia formaba parte de un ciclo intitulado “Los narradores ante el público”, y allí estaba el narrador y allí estaba el público, no hacía falta ningún papelito. Dijo que lo ideal sería que el público preguntara y el narrador contestara, pero que como creía que el público real era incapaz de hacer preguntas atinadas, iba a comenzar haciendo las tres preguntas fundamentales que hubiera hecho un espectador ideal, iba a responderlas y que después, el público real tendría derecho a hacerle las preguntas que considerara pertinentes.

Las tres preguntas fundamentales fueron las siguientes: ¿Por qué escribía el conferenciante? ¿Cómo escribía? ¿Qué escribía? La primera se refería a sus motivos, la segunda a sus métodos y la tercera a sus obras.

Al contestar la primera pregunta, el conferenciante declaró que escribía por deformación profesional. Los escritores se llaman escritores porque escriben y tienen que seguir escribiendo para seguir llamándose escritores. Los escritores son como las gallinas, que tienen que poner un huevo de vez en cuando para justificar su existencia. Éste es el motivo fundamental de todo escritor: escribe, porque es escritor; pero además, todo escritor tiene motivos secundarios: hay quien escribe por dinero, hay quien escribe por vanidad, hay quien escribe porque cree que sabe algo que los demás ignoran y que conviene que todo el mundo sepa, hay quien escribe porque quiere leer un libro que no existe.

El conferenciante declaró que lo que ha ganado por los libros que ha escrito es una miseria incapaz de tentar a un mendigo; que los elogios que ha recibido son nada comparados con las censuras que se le han hecho y que además, ha sido elogiado por sus vicios más censurables y censurado por sus virtudes más elogiables, agregó que no aspira a ser declarado Hijo Predilecto de su ciudad natal, ni a que fragmentos de sus obras lleguen a formar parte de las Lecturas selectas incluidas en el Libro de Texto Gratuito, ni a ser Miembro de Número de la Academia de la Lengua, ni a que una escuela rural lleve su nombre. Con lo anterior quedan descartados el dinero y la vanidad de sus posibles motivos secundarios. ¿Tiene entonces intención didáctica el conferenciante? Es decir, ¿cree que sabe algo que todo el mundo ignora y que conviene que todo el mundo sepa? El conferenciante está convencido de que sabe muchas cosas que la mayoría de las personas ignoran, pero no ve la utilidad de (ni tiene mayor interés en) que lo que él sabe lo sepan también los demás.

A continuación, el conferenciante confesó que escribe un libro cada vez que quiere leer un libro de Jorge Ibargüengoitia, que es su escritor predilecto.

Al responder a la segunda pregunta que él mismo se había formulado, a saber “¿cómo escribe?”, el conferenciante confesó otra deformación profesional, que le viene de haber sido dramaturgo antes que narrador. Para ilustrar los efectos de dicha deformación, hizo la descripción siguiente: El señor que está sentado en un sillón leyendo una novela es un personaje muy diferente al señor que está en un teatro viendo una representación. El primero está propenso a abandonar la lectura en cualquier momento y por razones tales como: que se aburra del libro, que se quede dormido, que oiga un ruido sospechoso en la azotea, que llegue un visitante inoportuno, que le dé hambre y tenga que ir a la cocina a preparar algo de comer, etcétera. Es decir, el escritor no sabe en qué condiciones va a ser leído su libro. El lector está en libertad de leerlo de principio a fin o suspendiendo la lectura doscientas veces en los momentos mas inapropiados. El señor que está en el teatro, en cambio, es un personaje que quiere llegar al final del acto, para salir a fumar un cigarrillo, y de la obra, para ir a su casa a cenar, a beber o hacer el amor. La diferencia de las circunstancias en que se encuentran el lector y el espectador, es la causa de que existan novelas de ochocientas páginas y de que ningún autor sensato escriba una obra teatral que dure más de dos horas y media.

Por otra parte, el novelista nunca ve el monstruo que su obra está formando en el cerebro del lector, mientras que el dramaturgo tiene que ver, a su pesar, el monstruo que su obra ha formado en el cerebro del director escénico. Si el novelista habla de un bosque de encinos, nunca verá los bosques de fresnos, de enebros, de álamos, que se han formado en los cerebros de sus lectores. El novelista puede repetir varias veces una escena que le parezca interesante, puede establecer un diálogo filosófico que en la vida real duraría varias semanas, puede describir minuciosamente un partido de ajedrez o una taza de porcelana. Y puede hacer todo esto, porque el lector, por su parte, puede saltarse un capítulo entero, leer una página de cada diez, leer todo el libro sin entenderlo o, simplemente, dejar el libro a un lado, sin causar en el autor de novelas la angustia que produce en el dramaturgo un espectador que se queda dormido y ronca o que se levanta a la mitad del segundo acto y se va del teatro.

El conferenciante concluyó su explicación diciendo que la deformación profesional de dramaturgo que tiene, le ha impedido aprovechar las ventajas del novelista y que su obra más larga, Los relámpagos de agosto, puede leerse de un tirón y en dos horas y media. Su novela es la novela de un dramaturgo.

A la tercera pregunta “¿qué escribe?”, el conferenciante respondió que su obra narrativa consiste, a la fecha, en una novela y un libro de cuentos que no ha sido publicado, por lo que iba a referirse exclusivamente a la primera.

El supuesto narrador de Los relámpagos de agosto es el general de división José Guadalupe Arroyo, que participó en la “revolución del 29” y que se siente vilipendiado, injustamente relegado, mal retribuido y mal interpretado. De su narración se desprende lo siguiente: que el general Arroyo es capaz de participar en una conjura, pero incapaz de comprender cuáles son los fines que persigue dicha conjura, quién la provoca, qué es lo que quieren sus enemigos y, lo que es peor, qué es lo que quieren sus amigos; capaz de dar protección a don Virgilio Gómez Urquiza, gobernador del Estado, que es secuestrado por los cristeros, mientras Arroyo espera a estos últimos en la Cañada de los Compadres; capaz de respetar la vida del Padre Jorgito, pero capaz también de fusilar a su sacristán; capaz, en un arrebato de furor, de arrojar en una fosa recién cavada a quien el día siguiente será nombrado Presidente Interino. Todas estas características, dijo el conferenciante, él las comparte con su personaje. Él se siente vilipendiado, injustamente relegado, mal retribuido y mal interpretado, es capaz de participar en una conjura, pero incapaz de comprenderla, capaz de planear grandes operaciones, pero incapaz de cuidar los detalles, es respetuoso con los fuertes y despiadado con los débiles, inoportuno en sus explosiones de furor y muy torpe para cortejar a la autoridad. Además, el conferenciante confesó que a él también le gustaría tomarse una botella de coñac Martell cada vez que se siente deprimido, resfriado o eufórico. El general Arroyo, concluyó el conferenciante, es una máscara de Jorge Ibargüengoitia.

El general Arroyo se rasura en el pullman cuando el tren entra en la ciudad de México, porque al conferenciante le gusta rasurarse en el pullman cuando el tren entra en la ciudad de México. El tren llega a la Estación Colonia. ¿Por qué no la describe el general Arroyo? Porque tanto el general Arroyo como el conferenciante conocen la estación Colonia, entonces, ¿para qué van a describirla? El general da órdenes perentorias al jefe de estación, lo cual es uno de los sueños dorados del conferenciante. El velorio del general González se efectúa en una de las casas de Londres, que el conferenciante, que vivía enfrente, siempre consideró propia para velorios. Los generales toman mezcal en el Paraíso Terrenal, porque al conferenciante le gusta el mezcal. El General Arroyo no describe la mesa cubierta de vasos de sangrita, saleros y limones chupados, porque al conferenciante no le gusta la sangrita y porque el general Arroyo nunca describiría una mesa, ni limpia ni sucia, cuando tiene cosas más importantes que decir.

Con esta explicación terminó la primera parte de la conferencia y a continuación, el conferenciante invitó al público a hacer preguntas, que fueron las siguientes:

Un joven que estaba en primera fila: Quiero hacer una crítica de su novela y de lo que usted nos acaba de decir. Sus intereses son completamente egoístas; usted sólo piensa en sí mismo. Ha escrito una novela sólo para divertirse. Yo creo que un escritor que no se interesa en los problemas de su época está condenado al fracaso. Su novela está destinada a quedarse en el cuarto de los cachivaches.

El conferenciante: (Haciendo a un lado la circunstancia de que aquello no era una pregunta): Dígame una cosa, ¿ha leído usted mi novela?

El joven que estaba en primera fila: No.

El conferenciante: Entonces, ¿a qué vino?

El joven que estaba en la primera fila: A ver qué era lo que usted tenía que decir.

El conferenciante: Si no ha leído mi novela, no ha entendido nada de lo que he dicho en mi conferencia. Sepa usted que mi novela ha ganado un premio internacional, ha tenido una edición cubana de 10,000 ejemplares, una edición mexicana de 4,000 ejemplares, ha sido publicada en forma condensada en una revista que tira 80,000 ejemplares, ha sido traducida al checo, al rumano y al polaco, así que no se puede decir de ella que esté entre los cachivaches y si puede interesarle a un polaco es porque refleja algunos de los problemas de nuestra época. (Se oye un murmullo en la fila catorce) ¿Quién habló por allí?

Una francesa: El señor no criticó su novela, sino su conferencia, lo cual me parece lícito.

El conferenciante: No oyó usted bien. El señor se refería a mi novela, porque habló de cachivaches. Una conferencia no puede quedarse entre los cachivaches.

Hubo un silencio debido a que el conferenciante había derrotado a sus oponentes en toda la línea. El señor Crespo de la Serna pidió la palabra.

Crespo de la Serna: Yo creo que usted, sin intentarlo, ha escrito una interesante tragicomedia sobre la revolución mexicana. Su obra me parece auténtica, profunda, conmovedora y sumamente interesante.

El conferenciante: Le agradezco mucho su elogio y comparto su opinión.

Un señor que estaba en segunda fila: Yo, a diferencia de la primera persona que hizo uso de la palabra, si he leído su novela y sus críticas. Sé que usted es un hombre sarcástico y venenoso. Díganos algo sobre los nuevos movimientos en la literatura mexicana…

El conferenciante: El escritor latinoamericano es, en general, como el Dios Jano, que tiene dos caras; con una está mirando a Europa y a los Estados Unidos, en busca de formas de expresión y con la otra está mirando a la realidad. Nuestro problema es que estamos tratando de expresar una realidad en formas que no necesariamente son las más adecuadas para expresarla. El ejemplo que se me viene más pronto a la cabeza es el de Gazapo, que pudo ser una buena novela y que resultó fallida, porque el autor quiso forzar el material que tenía en una forma que está de moda, pero que no venía a cuento.

El señor que estaba en la segunda fila: ¿Qué opina usted de Rulfo?

El conferenciante: Rulfo ha escrito dos libros admirables, pero incapaces de formar una escuela. La prueba es que el mismo Rulfo no ha escrito un libro en diez años. Por otra parte, Rulfo se está refiriendo a una realidad que sólo es conocida por analfabetos; esto produce serias equivocaciones. Una asidua lectora de Rulfo me aseguraba, el otro día, que México es una sociedad rural.

Un joven que estaba en octava fila: ¿Qué obras tiene en preparación?

El conferenciante: Una novela que está basada en un reportaje que hice sobre el caso de las Poquianchis.

Un señor que estaba en la cuarta fila: ¿Cuáles son sus escritores de cabecera, por qué y de qué manera han influido en su obra?

El conferenciante: Primero voy a contestar la segunda parte de su pregunta: mis escritores de cabecera son aquéllos con los que mejor me identifico, los que ven el mundo como yo lo veo. ¿Cuáles son? Evelyn Waugh y Céline. ¿De qué manera han influido en mi obra? No lo sé, ni me importa. Esto es cosa que algún estudiante de Filosofía y Letras descubrirá al hacer su tesis profesional en 1984. Por lo pronto puedo decirle que si no hubiera leído Black Mischief, probablemente no hubiera descubierto que en el material que tenía para escribir Los relámpagos de agosto había una novela.

Un señor que estaba en la sexta fila: Hay cosas en lo que usted ha dicho que me parecen, cuando menos, peculiares. En primer lugar, eso de que los escritores estén mirando hacia Europa y los Estados Unidos en busca de influencia. Yo leo y releo con gran placer las obras completas de Martín Luís Guzmán, en especial El águila y la serpiente, leo también con mucha frecuencia a Rubén Romero, Francisco Tario y Emma Dolujanoff tienen páginas deliciosas que reflejan, si bien no una realidad nacional, sí una realidad local. Creo que usted, al hablar de realidad, se refiere sólo al D.F. Déjeme continuar. Ha dicho usted que cuando escribe no le interesa el público. Yo creo que todo escritor aspira a que su libro sea leído por el mayor número de personas; aspira a comunicarse.

El conferenciante: Aspira a comunicarse con el papel. Yo creo que un escritor que tiene puesto un ojo en el papel y otro en el público está perdido. El querer que el libro se venda es algo que viene a posteriori, cuando ya el libro está escrito, no en el momento de escribirlo. Es como querer que los hijos tengan éxito en la vida. Escribir un libro para que lo lean millones es como querer tener un hijo para que sea como Napoleón.

El señor que estaba en la sexta fila: Pero usted está de acuerdo en que hay que tratar de que los libros se vendan no sólo en México, sino en toda la República.

El conferenciante: Sí, estoy de acuerdo en eso, pero creo que la distribución es muy mala.

El señor que estaba en la sexta fila: En eso yo también estoy de acuerdo.

Con este concordato y después de un breve aplauso, se terminó la conferencia, a las 9:05.

- - - - - - - - -
Relación de la conferencia dada en el ciclo “Los narradores ante el público, celebrada en la sala Manuel M. Ponce, el 12 de agosto de 1966, y organizado por el Instituto Nacional de Bellas Artes. Tomada de Material de Lectura, de la UNAM.

miércoles, enero 21, 2015

Llamado del deseoso - José Lezama Lima

Deseoso es aquel que huye de su madre.

Despedirse es cultivar un rocío para unirlo con la secularidad de la saliva.
La hondura del deseo no va por el secuestro del fruto.
Deseoso es dejar de ver a su madre.
Es la ausencia del sucedido de un día que se prolonga
y es la noche que esa ausencia se va ahondando como un cuchillo.
Es esa ausencia se abre una torre, en esa torre baila un fuego hueco.
y así se ensancha y la ausencia de la madre es un mar en calma.
Pero el huidizo no ve el cuchillo que le pregunta,
es la madre, de los postigos asegurados, de quien se huye.
Lo descendido en vieja sangre suena vacío.
La sangre es fría cuando desciende y cuando se esparce circulizada.
la madre es fría y está cumplida.
Si es por la muerte, su peso es doble y ya no nos suelta.
No es por las puertas donde se asoma nuestro abandono.
Es por un claro donde la madre sigue marchando, pero ya no nos sigue.
Es por un claro, allí se ciega y bien nos deja.
Ay del que no marcha esa marcha donde la madre ya no le sigue, ay.
No es desconocerse, el conocerse sigue furioso como en sus días,
pero el seguirlo sería quemarse dos en un árbol,
y ella apetece mirar el árbol como una piedra,
como una piedra con la inscripción de ancianos juegos.
Nuestro deseo no es alcanzar o incorporar un fruto ácido.
El deseoso es el huidizo.
Y de los cabezazos con nuestras madres cae el planeta centro de mesa
y ¿de dónde huimos, si no es de nuestras madres de quien huimos
que nunca quieren recomenzar el mismo naipe, la misma
noche de igual ijada descomunal?

martes, enero 20, 2015

Murmullo y neurosis - Roland Barthes

(De El placer del texto)

Me presentan un texto, ese texto me aburre, se diría que murmura. El murmullo del texto es nada más que esa espuma del lenguaje que se forma bajo el efecto de una simple necesidad de escritura. Aquí no se está en la perversión sino en la demanda. Escribiendo su texto, el escriba toma un lenguaje de bebé glotón: imperativo, automático, sin afecto, una mínima confusión de clics (esos fonemas lácteos que el maravilloso jesuita Van Ginnieken ubicaba entre la escritura y el lenguaje): son los movimientos de una succión sin objeto, de una indiferenciada oralidad separada de aquella que produce los placeres de la gastrosofía y del lenguaje. Usted se dirige a mí para que yo lo lea, pero yo no soy para usted otra cosa que esa misma apelación; frente a sus ojos no soy el sustituto de nada, no tengo ninguna figura (apenas la de la Madre); no soy para usted ni un cuerpo, ni siquiera un objeto (cosa que me importaría muy poco en tanto no hay en mí un alma que reclama su reconocimiento), sino solamente un campo, un fondo de expansión. Finalmente se podría decir que ese texto usted lo ha escrito fuera de todo goce y en conclusión ese texto-murmullo es un texto frígido, como lo es toda demanda antes de que se forme en ella el deseo, la neurosis.

La neurosis es un mal menor: no en relación con la «salud» sino en relación con ese «imposible» del que hablaba Bataille («La neurosis es la miedosa aprehensión de un fondo imposible», etc.); pero ese mal menor es el único que permite escribir (y leer). Se acaba por lo tanto en esta paradoja: los textos como los de Bataille —o de otros— que han sido escritos contra la neurosis, desde el seno mismo de la locura, tienen en ellos, si quieren ser leídos, ese poco de neurosis necesario para seducir a sus lectores: estos textos terribles son, después de todo, textos coquetos.

Todo escritor dirá entonces: loco no puedo, sano no querría, sólo soy siendo neurótico.

El texto que usted escribe debe probarme que me desea. Esa prueba existe: es la escritura. La escritura es esto: la ciencia de los goces del lenguaje, su kamasutra (de esta ciencia no hay más que un tratado: la escritura misma).

jueves, enero 08, 2015

"Seguiremos publicando"

"Continuaremos informando, investigando, entrevistando, editorializando, publicando y dibujando sobre todos los temas que nos parezcan legítimos, en un espíritu de apertura, enriquecimiento intelectual y debate democrático..."

Editorial conjunto de El País y otros diarios europeos 
tras el atentado terrorista al hebdomadario francés 
Charlie Hebdo.

Y sí, hay que seguir, en todas partes, en todas las trincheras.
Callar, pasar por alto, dejar de imaginar, 
dejar que se unifiquen (nulifiquen) otras voces
como quieren quienes tienen el poder
sería nuestro peor pecado.

martes, enero 06, 2015

La rosa secreta - WB Yeats

Lejana, muy secreta, inviolada Rosa,
estréchame en mi hora de las horas;
y quienes te buscaron en el Santo Sepulcro
o en el tonel de vino, moraron más allá
de los tumultos de sueños derrotados; y profundos,
entre párpados grises muy pesados de sueño,
los hombres han nombrado la belleza. Tus grandes hojas muestran
las barbas antiguas de los coronados Reyes Magos,
sus yelmos de rubí y oro; ye! rey cuyos ojos contemplara
las Manos Traspasadas en la Cruz elevarse
en druídicos vapores, y las teas apagarse,
hasta que e! vano frenesí lo despertara y muriera.
Y aquel que halló a Fand caminando entre llamas de rocío,
junto a una costa gris que el viento no soplaba
y perdió mundo y Emer por un beso.
Y el que llevó los dioses fuera de los muros
y se entregó al festín hasta que cien rojas albas
contemplara y llorara los túmulo s de sus muertos.
El rey altivo y soñador que penas y coronas arrojara
y al bufón y al poeta convocando,
morara en hondos bosques con los errantes manchados de vino.
Y el que vendió labranza, casa y bienes
y buscó en mar y tierra por años incontables,
y al final encontró, entre risas y llanto
mujer tan radiante en su belleza
que los hombres trillaban el cereal hasta la noche
por un rizo robado, por un pequeño rizo.
Y yo también aguardo ese momento:
las grandes tempestades de tu amor, de tu odio.
¿Cuándo se arrojarán las estrellas del cielo
y como chispas de herrería morirán?
¿Ciertamente, ha llegado tu hora, tus tempestades soplan,
lejana, muy secreta, inviolada Rosa?

lunes, enero 05, 2015

Libertad - Lichtenberg

"En ocasiones paso ocho días sin salir de casa y vivo muy contento. Un arresto domiciliario de la misma duración me enfermaría. Si hay libertad de pensamiento uno se mueve con ligereza en su círculo; si hay control de pensamiento, aun las ideas permitidas llegan con gesto asustadizo".

domingo, enero 04, 2015

Mr. Mistoffelees - T.S. Eliot

You ought to know Mr. Mistoffelees!
The Original Conjuring Cat--
(There can be no doubt about that).
Please listen to me and don't scoff.
All his Inventions are off his own bat.
There's no such Cat in the metropolis;
He holds all the patent monopolies
For performing suprising illusions
And creating eccentric confusions.
At prestidigitation
And at legerdemain
He'll defy examination
And deceive you again.
The greatest magicians have something to learn
From Mr. Mistoffelees' Conjuring Turn.
Presto!
Away we go!
And we all say: OH!
Well I never!
Was there ever
A Cat so clever
As Magical Mr. Mistoffelees!
He is quiet and small, he is black
From his ears to the tip of his tail;
He can creep through the tiniest crack,
He can walk on the narrowest rail.
He can pick any card from a pack,
He is equally cunning with dice;
He is always deceiving you into believing
That he's only hunting for mice.
He can play any trick with a cork
Or a spoon and a bit of fish-paste;
If you look for a knife or a fork
And you think it is merely misplaced--
You have seen it one moment, and then it is gawn!
But you'll find it next week lying out on the lawn.
And we all say: OH!
Well I never!
Was there ever
A Cat so clever
As Magical Mr. Mistoffelees!
His manner is vague and aloof,
You would think there was nobody shyer--
But his voice has been heard on the roof
When he was curled up by the fire.
And he's sometimes been heard by the fire
When he was about on the roof--
(At least we all heard that somebody purred)
Which is incontestable proof
Of his singular magical powers:
And I have known the family to call
Him in from the garden for hours,
While he was asleep in the hall.
And not long ago this phenomenal Cat
Produced seven kittens right out of a hat!
And we all said: OH!
Well I never!
Did you ever
Know a Cat so clever
As Magical Mr. Mistoffelees!

viernes, enero 02, 2015

Autopsia

En busca de esos porqués que tanto angustiaban a su amada, hoy él se hizo una autopsia, cuando se dio cuenta de que ya tenía un par de días muerto. Con un cutter tiró el primer trazo, del cuello al pubis. La piel se abrió y la línea se tornó roja. Sin prisa se desentrañó, o eso intentaba: hurgó en sus brazos, en su torso, y no encontró palabras pero sí cientos de porqués, miles, que no se estaban quietos, fluyendo sin cesar de la cabeza al corazón, de los ojos al pene, de sus oídos a las manos. Quiso aprovechar su rigor mortis para disecarse y no supo cómo, todo le temblaba. Ya cansado, en medio del persistente insomnio, ese que no lo había dejado ver su muerte, decidió clavarse un alfiler en el pecho y aceptar que sólo era parte de una colección.

jueves, enero 01, 2015

Del Libro de Job

Si en verdad queréis engrandeceros contra mí,
y alegar contra mí mi deshonra,
Sabed ahora que Dios me ha derribado,
y me ha envuelto en su red.

He aquí, alzo el grito por la violencia,
mas no hay respuesta;
clamo por auxilio, mas no hay derecho.

Cercó de vallado mi camino,
y no puedo seguir; Y sobre mis veredas puso tinieblas.
Hame despojado de mi gloria,
y quitado la corona de mi cabeza.

Me derribó por todos lados, y perezco;
Y ha hecho arrancar mi esperanza como árbol arrancado.
Hizo arder contra mí su furor,
y me contó para sí entre sus enemigos.

Vinieron sus ejércitos a una,
y se atrincheraron en mí,
y acamparon en derredor de mi tienda.

Hizo alejar de mí a mis hermanos,
y mis conocidos como extraños se apartaron de mí.
Mis parientes se detuvieron,
y mis conocidos se olvidaron de mí.

Los moradores de mi casa y mis criadas me tienen por extraño;
Forastero soy yo a sus ojos.
Llamé a mi siervo, y no respondió;
De mi propia boca le suplicaba.

Mi aliento vino a ser extraño a mi mujer
mi súplica a los hijos de mis entrañas.
Aun los muchachos me menospreciaron:
En levantándome, hablaban contra mí.

Todos mis confidentes me aborrecieron;
Y los que yo amaba, se tornaron contra mí.
Mi piel y mi carne se pegaron a mis huesos,
y he escapado con sólo la piel de mis dientes.

¡Oh, vosotros mis amigos, tened compasión de mí,
tened compasión de mí!
Porque la mano de Dios me ha herido.
¿Por qué me perseguís como Dios,
y ni aun de mi carne os saciáis?

¡Quién diese ahora que mis palabras fuesen escritas!
¡Quién diese que se escribiesen en un libro;
Que con cincel de hierro y con plomo
fuesen esculpidas en piedra para siempre!