James Cameron sabe cómo hacerlo, y su película
Avatar ya está en el segundo lugar de las más taquilleras, después de
Titanic, también de Cameron. Sí, ha circulado mucho el supuesto
guión, donde de
Pocahontas, de Disney, con algunas bonitas tachaduras sale esta aventura en el planeta Pandora. Los colores y la factura de las escenas son alucinantes, cosa de un viaje de hongos, diría un amigo. Dicen que verla en tercera dimensión es otro boleto...
Me gustó, lo reconozco, lo reconocí con miedo cuando salí del cine, porque acepté que, como apuntan la mayoría de las críticas, es una historia predecible y tal vez hasta trillada (varias veces me imaginé estar viendo
Matrix, por aquello de la conexión con el mundo o la onda mesiánica, o
La Playa), que la trama es débil y temí ser demasiado complaciente. Y como
La playa, de Danny Boyle,
Avatar plantea un mensaje de cuidado al medio ambiente, de defensa de la naturaleza, que ojalá no se pierda en la mente de todos los que la han visto como película de aventuras.
Sigourney Weaver sublimada, una protagonista hermosa, un villano de antología (Stephen Lang, ya mencionado como oscareable junto con Christoph Waltz, de
Bastardos sin gloria), el elegido, paisajes bellísimos, colores, casi olores, criaturas maravillosas, drama (melodrama para algunos). Un espectáculo, como debe ser el cine. Me convencí cuando leí a
Vicente Luis Mora:
Cameron quizá no sea un gran cineasta, pero es un gran arquitecto. Domina como nadie los materiales de construcción. Sabe pulir cada piedra visual hasta colocarla en su espacio exacto. Inventa materiales nuevos, y técnicas nuevas para ensamblarlos con las imágenes convencionales. Y la arquitectura es un arte.
Hace unos días vi una imagen del
Dr House como na´vi, es decir, su foto tratada en algún programa como si fuera oriundo de Pandora. Me pregunté si ya habría una página que lo transformara a uno en una de esas criaturas altas y delgadas y azules, como hubo de Los Simpson, y lo encontré. Como siempre, Cameron sabe lo que hace, la industria también. Si el cuidado del medio ambiente deja, si el mensaje "transgresor" es bueno, las grandes empresas lo adoptan (como la imagen del Che, digamos) y se conectan al planeta como los personajes de
Avatar, aunque ellas, mejor dicho, lo chupan. Reir o llorar, ustedes dirán: el programita que hizo la foto que acompaña a este texto está en
McDonalds de Alemania.
Bonito cuento el de Cameron, pero seguramente en otra realidad el planeta Pandora se habría llenado de cajitas felices.