domingo, febrero 25, 2007

Ovillejos - Miguel de Cervantes Saavedra

¿Quièn menoscaba mis bienes?
Desdenes.
Y ¿quién aumenta mis duelos?
Los celos.
Y ¿quién prueba mi paciencia?
Ausencia.

De este modo, en mi dolencia,
ningún remedio se alcanza,
pues me matan la esperanza,
desdenes, celos y ausencias.

*

¿Quién me causa este dolor?
Amor.
Y ¿quién mi gloria repuna?
Fortuna.
Y ¿quién consiente en mi duelo?
El cielo.

De esto modo, yo recelo
morir deste mal extraño,
pues se aúnan en mi daño
Amor, fortuna y el cielo.


*
¿Quién mejorara mi suerte?
La muerte.
Y el bien de amor, ¿quién le alcanza?
Mudanza.
Y sus males ¿quien los cura?
Locura.

De este modo, no es cordura
querer curar la pasión,
cuando los remedios son
muerte, mudanza y locura.

martes, febrero 20, 2007

viernes, febrero 16, 2007

Sólo tú... - Rafael Cadenas

4. Sólo tú misma en el acto. Extendida, carnosa, húmeda.
Un temblor sin lapso. Sin equívoco. Torbellino en torno de la flor de blando terciopelo, acorazonada, que nace del clima
de tus piernas como un grito nocturno. Flor que se liba.
Sombra de flor. En la sinfonía ciega de las corrientes lozana forma de mis manos sin ojos. Cuerno remoto de los rendimientos.
Llego navegando ondulaciones desesperadas. Soy dichoso.
¿Cuál es el color de esta fruición desencadenada, cómo llamarla, qué dios nos ha entregado esta conjunción? Me iré, Venus,
me iré, pero antes quiero apurar la copa. Ahogar los límites mollares, sofocar los cerrojos albeantes, vencer la sombra leda
de la desnudez, sacrificar el sonrojo numerado.
No me marcharé hasta que esta vegetal confusión de ondas no se haya cumplido. En tanto mi animal lamedor no esté sosegado.
Amo los blandos linderos de inefable tinte, ondulantes en la selva enana y espléndidamente libre que sobresale de tu cuerpo
como mil vocecillas frutales, el letífico aroma, el muelle calor, el ansioso tremar. Toda tú adunada por mareas geométricas
a mi piel. Toda presión, jadeo, huida, retorno, blancor, demencia. Nadadora. Extensión que amamanta mi vicio. Sombra
del láudano bajo mi pesado tiempo.
No partiré sin llevar una hora feliz en la corola, giradora, vencida y celante de los ojos que como al sol te reciben.

- - - - - -

jueves, febrero 15, 2007

De las perversiones

“Roland Barthes ha demostrado que en la perversión, es decir, en la desviación de la norma… no hay zonas erógenas. Es la intermitencia la que suscita la emocion erótica y la emoción poética: la piel que centellea entre el pantalón y el suéter, la blusa entreabierta, el guante y la manga; el agua musical que invade el lenguaje, lo altera, lo desplaza. Lo que sucede es la puesta en escena de una aparición-desaparición. El reverso de la pornografía”.

Eduardo Hurtado, "Erótica y poética", Amor y Erotismo en la Literatura, Consejo Para la Cultura de Nuevo León, p. 132.

miércoles, febrero 14, 2007

Los amorosos - Jaime Sabines

Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.

Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.

Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.

Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.

Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la oscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor
como una lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida.

lunes, febrero 12, 2007

Remembranzas a veinte años de su muerte

Alexandro Roque

Esta tarde quiero meterle el abrelatas a mis palabras,
abrir de cuajo esta vida que cargo hace tantos años,
y todo para descubrir detrás de mis frases esa otra
manera de seguir viviendo, de sobrevivir, de morir.
Guillermo Samperio.


Papeles y más papeles en el escritorio, en el piso y en el bote de la basura. Nadie tiene sueño. La radio toca una oxidada rola de R.E.M. alrededor de la máscara que te heredó una pintora al morir. Perdiendo tu religión. Era tu preferida, aunque no la perdiste.
Hay miles de recuerdos que se unen en la miseria de ese cuarto que le prestaron unos amigos fotógrafos y en el que Lucio no se acostumbra a ser, aunque no le sea, uno de los pocos poetas que quedaron vivos en todo el estado. Mirada perdida. Casi casi de retrasado mental.
—Ya vente a comer tus chilaquiles y deja de pensar pendejadas.

Todo empezó hace veinte años, según su memoria y según dieron a conocer los cinco diarios (hoy sólo quedan dos) que en ese tiempo circulaban en la otrora Ciudad de los Jardines. El sacrosanto panteón del Saucito no imaginaba que de golpe y porrazo iba a recibir tanta ilustre y carcomida osamenta. La Avenida de los Potosinos Ilustres, en el Parque Tangamanga I, se llenó en apenas dos meses con las figuras de bronce de los que alguna vez decidieron hablarle a las musas y al poder.
Lucio observa a diario el diario que amarillento reposa en la vitrina, con un recuerdo del blues y de las palabras mulífluas que se apoderaron de la ciudad poco después de la llegada del yerno del doctor Nava a la gubernatura. Muros, frondas, cine, violencia, cascadas, carcajadas. Suspira frente a su azulada sombra. Cada día es menos frecuente el sol, a pesar de que se adoptó el camachesco programa de Hoy no cirucla y se llamó en todos los discursos a la defensa del medio ambiente.
El sol ya no nace para todos, como dijo alguien. Algunos lo atribuyen, como atribuyen la muerte de los escritores, a la reapertura, hace veintiún años, del tiradero de desechos industriales de La Pedrera, en Guadalcazar.
Joaquin, Felix, David, Eudoro, Rafael, Norberto, Enrique, Ignacio, Cesar, Martín, Jeanne, Armando, Jacobo, Ana, Octavio, Julio, Laura, Héctor, Ramón, Juana...

Por eso Lucio se quedó a medio camino, y se refugió en un diario, el menos veraz y el más pequeño de todos. Gracias a eso, piensa, logró sobrevivir.

A veces se pregunta si es verdad que existieron los que llevaban esos nombres o sólo son sueños como lo que tiene con Mariana transformándose en boa. O como la noticia de que vieron a los marcianos y a sus naves en la Sierra de San Miguelito, que tantos y tantos días trajo ocupados a lo lectores del diario.
Prefiero no meterme en líos. Acúsome de cobardía, dijiste hace varios años. La duda se acrecienta porque, para evitar un supuesto contagio, los libros de todos ellos desaparecieron. ¿Desaparecieron?

—¡Que te vengas a comer tus chilaquiles, carajo!

2.- Lucio el Miope sus ojitos cerró, nomás para dormir. Chava Flores igual, pero con varias carretadas de tierra encima. Y los escritores se fueron petateando (segunda persona del plural en la conjugación que de morir hacía Peñalosa, qepd) porque nadie sabe para quién trabaja, porque la caja de los escritores-objeto (los libros-objeto ya eran muy comunes) nadie la cargó.
“San Luis Potosí, 10 de noviembre (Notimex). La capital potosina se estremeció cuando veinte escritores de la localidad, que regresaban de una lectura colectiva de su obra en Egipto, murieron sin razón aparente a pocas horas de su llegada”.

Eran finales de 1995. Rafael Sebastián Guillén Vicente aún no se convertía en el dictador de nuestro México lindo y querido (cabrones) y Salinas todavía andaba prófugo, crioque en Canadá, aunque al fin (la justicia azteca siempre llega, tarde, pero llega) se le ajusticio mediante el uso del Aburto acostumbrado.
Los acontecimientos no importaron mucho aquí, porque no hubo quién escribiera de ellos, ni siquiera para radio y televisión, por temor a la aparente maldición que se llevó a los amigos y colegas de Lucio.
De todo. Resbalón-en-la-regadera. Infarto-al-miocardio. Congestión-etílica-agravada-en-un-viajesote. Decepción-amorosa-por-un-condón-roto. Plomo-en-la-bóveda-palatina. Libro-fallido-censurado-por-faltas-a-la-moral. Apenas con unas horas de diferencia todos entregaron el equipo. Todos. A Lucio no le importaba un comino, sentado como estaba viendo la televisión, porque en aquella ocasión descansaba del trabajo acompañado de unas rubias de categoría y de una morena superior a cualquier mujer que hubiera conocido.
Estaba muy ebrio.
El chiste (negro) es que tantísimos escritores, poetas, reseñistas y redactores de discursos murieron con un olor a momia que no lo aguantaba nadie, a resultas de lo cual, necesariamente, fueron velados en cuerpo ausente en cualquiera de las pomadosas agencias funerarias. El gobierno corrió con los gastos de emergencia que la ocasión ameritaba.
—Te suicidaste cuando más te necesitaba. Me dejaste la cabeza vacía, sin una palabra que llenara el corazón, sin un corazón que mandara corrientes rojas al pene para inflamarlo, sin inflamación que me desinflamara de lo que dejaste aquí. Pero que bueno no te decidiste a ser escritora, porque olerías a momia y yo no podría permitir sin vómito que mi nariz recorriera tu sexo frío.
Las calles de cantera permanecen rosadas, pero el frío se ha apoderado de manera permanente de los corazones. Han pasado una veintena de años, cuatro lustros, dos decenios pero, ojalá no suene poético, parece que fue ayer cuando sucedió. Nadie se lo supo explicar. Nadie. Ni los políticos que diario se reunen en los cafés (propiedad todos del exjefe del futbol local), ni los neohipies que hicieron de la Plaza de Aranzazú (y luego de la del Carmen) su lugar favorito de desfogue, ni los analistas que trajo el gobierno desde Estados Unidos.

—¡Pues a ver cómo le hace pero yo necesito ese reportaje para pasadomañana!
—Pero... señor, todo el que se ha puesto a escribir sobre el tema también se ha muerto, nadie sabe por qué —contestó Lucio.
En una cantina, aquella donde el buen Nachito (requiescat in pace) se inspiró en medio de los tequilas para planear el robo de la Patroncita Morena Morenaza, Lucio pensaba la forma de conservar su empleo y no morir como tantos excolegas. Mierda. No se le ocurría nada. No se me ocurría nada para seguir respirando aunque tenga que pensar puras pendejadas. La poesía, al fin y al cabo, casi nunca da para bien comer.
Todos comentaban-desgarraban de cuando en cuando el acontecimiento, pero a nadie se la había ocurrido que podía escribir sobre ello. Hace ya muchos meses que una afamada periodista investigó por su cuenta, pero el día que recibió su Premio Estatal de Periodismo cayó como fulminada por un rayo.
—Sí, yo me acuerdo que bromeabamos que todos habían contraído el sida, pero despuecito nos dimos cuenta que ni madres, que no era eso ni algo parecido, porque nomás se les iban trabando la lengua y las manos. Como que el chiste era que ya no escribieran nada, ni dieran esas presentaciones de poesía tan aburridas —cuenta doña Paola cada que alguien se acerca al portal de su casa mil veces jodida por los constantes terremotos que asolaron a San Luis a partir de 1995.
Pero ya han pasado veinte años, y chance ya caducó la maldición.

3.
Vino la muerte, sin canto y sin advertencia, sin esos mil colores que decían tienen, y nos dejó en ascuas... ¿Escribir es un oficio maldito? ¿Qué sentido tiene desgarrarse para que otros gocen? Santos Bukowsky y Rimbaud, rueguen por los que ya se fueron, porque nadie los conoce ya.
Virus-de-deficiencia-poética. Hueva absoluta para arreglar las palabras o para que alguien las leyera. Casualidad o designio divinísimo de la Santísima Trinidad. Maldición. Fueron miles las causas posibles que se apuntaron en su momento, según Jaime Maussant. Sólo nos faltó hacer quinielas. Hasta Raulito Velazco se ocupó de la tragedia durante cinco minutos. Mas “el show debe continuar”.
A partir del fallecimiento de los veinte, cincuenta o cien escritores potosinos, se desató la era nueva. Los libros de español fueron prohibidos en las primarias y secundarias, las horas fueron contadas acuciosamente, el género epistolar volvió a su acostumbrado desuso. Tuve, tuviste, tuvo, tuvimos que conformarnos con las telenovelas y los debates televisivos sobre política exterior.

Al principio fueron los integrantes de El Grupo, los que eran más famosos en ese momento. Los llamaban con sorna “un grupito muy pequeñito de Donoso (pareja)”, en una burla a las palabras del presidente de ese entonces, no recuerdo bien quién era.
Después fueron algunos segundones, conocidos nomás en el ambiente. Al último cayeron los colaboradores periodísticos, algunos de literatura tan dudosa que fue entonces que se descartó la venganza. Así nadie resultaba el beneficiario de nada.
Los artículos y ensayos que los últimos escribieron a los primeros resultaron las esquelas perfectas, publicadas generalmente en forma póstuma cuando el redactor se iba a acompañar al homenajeado. Algunos aún se animaban a escribir. Nadie se imaginaba que serían los últimos. Los demás ya no se atrevieron a hacerlo.
Desolación, vómito, sed, miedo, impotencia.

4.
Yo también quise escribir, por tí, pero ya no tiene sentido porque no alcanzarías a leerme. El teléfono no funciona y la ducha no despeja mis absurdas metáforas. Porque no dejamos de soñar, sino que dejamos de transmitir nuestros onanismo oníricos.
No hay nada (bueno) que leer, porque hasta la revista Proceso dejó de enviarse a esta ciudad. Que porque luego a algunos les daban ganas de escribir, de investigar. Nadie quiso arriesgarse.
—Sigues siendo escritor, mijo, pero cuidate, porque la Llorona anda cerca. Mejor vente a ver en la tele la función del recuerdo: The silence of the lambs. Parece que hace mucho fue de ficción, pero no sé qué era la ficción. Te preparé unos taquitos de albañil, pero tuve que freirlos bien. Ya ves cómo son de sucios los medias cucharas en las obras.
Nada es igual. Yo era joven en 1995. Blade Runner o Total Recall me parecían una reveranda jalada. Me imaginaba que 1994 o Metrópolis eran cosa de niños. Pero ahora, ya viejo, sin hijos sin nada, encuentro que no puedo escribir. Ni la Plaza de Armas, que siempre recuerdo tomada (espíritu guachichil, según cierto arzobispado) es transitada. Casi se puede decir que la ciudad y los municipios descansan en paz junto a sus pitonisos.
Los periódicos viejos sigue allí. “Especial, San Luis Potosí, 18 de noviembre (AP).- Al parecer las muertes de escritores oficiales y opositores fue ocasionada por la nostalgia de público, más deseoso de quedarse en su casa a ver el desenlace de María la del barrio que de oir sus nuevos ecos de la otredad”.

Las ideas se le clavaban en la mente. Sobre todo a partir de la muerte de Mariana. De niño oía hablar del Apocalipsis, pero Lucio imaginaba que todos iban a dejar de sufrir.
Todos dejaron de sufrir menos él.

5.
El-niño-que-no-sabe-reír pasea por la calle de Reforma hurgando en los botes de basura para encontrar alguna comida. Encontró un bulto de papeles pero no entendió casi nada de lo que decían. Hablaban de objetos llamados libros y de palabras que servían para algo más que para pedir de comer.

"A quien corresponda:
"Prefiero morir voluntariamente a que alguien o algo me mate por lo que escribo, pero ojalá que algún alma (de esas que no se han recogido en el humus) caritativa (capaz de entender a un expoeta) sepa que ame a esta ciudad a pesar de muchos de sus habitantes y a pesar de que Mariana no era de aquí.
Mariana. Mariana iluminada. Llenaste el quinqué hasta el borde pero fui de las esposas irresponsables que se durmieron con la vela encendida.
"Pero no fue por tí que morí.
"Mis alas quedaron tiradas como las golondrinas masacradas por tus vecinitos.
"San Herodes me proteja. Ojo por ojo, diente por diente.
"Una pedrada más no importa.

6.
El niño apenas si posó su mirada en el legajo y se marchó, para poder jugar a los noticieros.

domingo, febrero 11, 2007

De Enrique Lihn

Únicamente los muertos no piensan que trabajan...
Únicamente los muertos no piensan que trabajan
ni piensan que no piensan ni antitrabajan
llegan a ese nirvana
a través del azar o con el error
de los iniciados
en las antípodas de la sabiduría
Su último destino es, en cualquier caso, el mismo

sábado, febrero 10, 2007

Manuel José Othón según don Primo Feliciano Velázquez

Citas tomadas de la Historia de San Luis Potosí de Primo Feliciano Velázquez (Colsan/Uaslp, 2004).


En 1883, centenario de Iturbide, "Don Manuel José Othón, que ya se distinguía en el campo donde había de conquistar justo renombre, compuso el Himno a Iturbide, al que puso música el afamado maestro don León Zavala. Con estos ricos elementos y una prefación del autor de estas líneas se preparó la festividad" (tomo III, p.180).

En 1904, "Para el mes de septiembre iniciaron los alumnos del Instituto Científico la celebración de unos Juegos Florales. A la convocatoria respondieron nada menos que ochenta y cuatro poetas, y hecho el examen de las composiciones por el jurado que formaron Manuel José Othón, don Antonio F. López y don Emilio Ordaz" (tomo III, p. 259).

"En una hermosa quinta ofrecieron el día 29 (septiembre de 1904) las autoridades un banquete. En la concurrencia se encontraban Manuel José Othón, Felipe Manrique de Lara y el autor de este libro. Ya entrada la noche, se hizo un paréntesis en el baile y a petición de las damas, ¿quién resiste al blando ruego de la belleza y la gracia?, volvieron los dos primeros a recitar las poesías premiadas en los recientes juegos florales de San Luis, y el último su discurso de mantenedor" (tomo III, p. 263)

"El discurso de prefacio fue del licenciado Primo Feliciano Velásquez, presidente de la junta organizadora; don Felipe de Lara dio lectura a la hermosa composición titulada “La vuelta de Don Quijote”; y el poeta Othón recitó la suya “Amores Eternos. Don Quijote-Dulcinea” (tomo III, p. 269)".

"Al final se presentó El Último Capítulo, drama en un acto, expresamente compuesto por Othón para la festividad. Lo ensayó con el mayor esmero don Felipe Manrique de Lara bajo la dirección del autor (...) El general calificativo de esta representación fue sencillamente de ¡admirable! ¡admirable!" (tomo III, p. 271)

viernes, febrero 09, 2007

Canal 9, disque de educacion...

Canal 22 y Canal 11 son los que se salvan, o casi, de la chafez. Para el miércoles habían anunciado un programa sobre don Jerónimo, El Bosco, y llegué muy contento a la casa para ver la obra del magnífico pintor.

Oh, decepción... Canal 22 se retransmite en San Luis Potosí por el Canal 9 de Gobierno del Estado, o mejor dicho, de la Secretaría de Educación del Gobierno del estado. Justo a las ocho de la noche que cortan el enlace con el 22 y meten un infame programa que se llama "Sólo grupero", donde abundan el pasito duranguense y los homenajes al nuevo tenor continental, Valentín Elizalde, abatido seguramente por las balas de algún crítico.

No sé si sea un espacio que compran particulares, o es la mejor forma de educar a la raza que han encontrado en el gobierno estatal... pero no pude soportar más de dos minutos el mentado "Sólo grupero".

Lo bueno es que después me puse a ver los Simpson y un capítulo grabado de Smallville.

Qué dolor, qué dolor, qué pena...

domingo, febrero 04, 2007

Linda marquesa - Moliere

JOURDAIN: Le digo que sí. Ah, quiero hacerle una confidencia. Estoy enamorado de una persona de categoría, y desearía que me ayudase a escribirle una cartita que quiero dejarle caer a sus pies.

MAESTRA: ¡Muy bien! ¿Son versos los que quiere escribir?

JOURDAIN: No, no; nada de versos...

MAESTRA: ¡Prosa entonces!

JOURDAIN: No, no quiero ni verso ni prosa...

MAESTRA: Tiene que ser necesariamente una cosa o la otra.

JOURDAIN: ¿Por qué?

MAESTRA: Porque para expresarse no hay más que dos formas: la prosa o los versos.

JOURDAIN: ¿No hay más que la prosa o los versos?

MAESTRA: No señor. Todo lo que no es prosa es verso y todo lo que no es verso es prosa.

JOURDAIN: Y como uno habla, ¿qué es eso?

MAESTRA: Prosa.

JOURDAIN: ¡Cómo! Cuando digo: "Nicolasa, dame mi gorro de dormir" ¿Eso es prosa?

MAESTRA: Si señor.

JOURDAIN: Entonces hace más de cuarenta años que hablo en prosa sin saberlo; le doy las gracias por habérmelo enseñado. Quisiera entonces ponerle en la cartita: "Linda marquesa, vuestros hermosos ojos me hacen morir de amor". Pero querría que esto estuviese escrito de una manera elegante, que parezca expresado en forma bella.

MAESTRA: Podemos poner que los fuegos de sus ojos reducen a cenizas su corazón que sufre noche y día las violencias de un...

JOURDAIN: No, no, no me gusta nada de eso. Quiero únicamente lo que he dicho: "Linda marquesa, vuestros hermosos ojos me hacen morir de amor".

MAESTRA: Habrá que extender un poco más la cosa.

JOURDAIN: No. No quiero otras palabras que esas en la esquela, pero colocadas de tal manera que estén de moda y arregladas como se debe. Le pido que me diga, para que yo lo vea, las diversas maneras en que puede redactarse.

MAESTRA: Puede redactarse, primero, como lo dijo usted: "Linda marquesa, vuestros hermosos ojos me hacen morir de amor". O si no: "De amor, morir me hacen, linda marquesa, vuestros hermosos ojos". Y también: "Vuestros hermosos ojos, de amor me hacen, linda marquesa, morir". O si no: "Me hacen, vuestros hermosos ojos, morir, linda marquesa, de amor"

JOURDAIN: Pero ¿cuál es la mejor de todas esas formas?

MAESTRA: La que dijo usted: "Linda marquesa, vuestros hermosos ojos me hacen morir de amor".

JOURDAIN: Y sin embargo no estudié. Le doy las gracias y le pido que venga mañana temprano.

MAESTRA: No voy a faltar.