“Que el elogio sea contundente,
modesto y veraz.
Constrúyelo para que resista.
Le van a dar.
Elige luego tu segundo bando;
del primero, guiado por tu editor,
ya formas parte,
su afiliación es involuntaria, si gratuita;
para el otro, mantén una buena
tensión entre los agradecimientos
y las afinidades; pero en la foto procura
que el corte del bigote salga ambiguo.
Escribe tu propio justificante. Deja claro
en letras ridículamente grandes
por cual de los otros asumirías la culpa; sí
es necesario formar parte;
Lealtades varias
están ya dispuestas ante ti.
Y recuerda: aunque sólo seas un poeta,
hay alguien, en alguna parte, cuya paciencia
te toca a ti finalmente agotar.
Porque la poesía, debemos asumirlo, es esencial,
aunque nimia; es su propósito
establecer constantemente pequeñas enemistades.
Las facciones crean un recíproco
toma y daca del tipo más simple; y sin carácter
salvo por una variable ‘estética’,
inaudible para todos excepto para los actores.
Y este menudo movimiento mecánico,
frente al que nadie salvo los abnegados y los Formados-
para-el-Servicio se arredrarían,
dirige la Sociedad.
Es una larga historia:
pero la minúscula dialéctica,
tick-tack abajo, no más que conceptual,
en oscura columna,
por largo se transmite
misteriosamente a través de la educación,
que, de un modo u otro,
rentabiliza también a los poetas,
más allá del Gobierno,
más allá del control y la mercancía,
incluso hasta alcanzar la vaciedad
del diecisiete por ciento, el límite
extremo de lo responsable.
Si los críticos se vuelven ociosos, todo el mundo cae muerto:
es tan sencillo como eso;
—Sal, pequeño libro.”
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