viernes, noviembre 20, 2015

"Te beso como si fueras tu retrato"

El poema que contiene el verso de Sabines que da título a esta entrada fue motivo de discusión y análisis en algunas recientes clases. ¿Ausencia? ¿Recuerdo? ¿Indiferencia? ¿Ansiedad?

La memoria y la construcción de recuerdos, de lecturas, de interpretaciones erradas acerca de la "realidad" es un tema en el que pienso constantemente.

Me siento a veces a punto de un estallido, de un ataque de pánico y luego pienso, trato de hacer memoria, es decir, creo recuerdos. Mi mente es todo lo que tengo, en lo que  habito, aunque lo que habito sea falso.

Prefiero llamarlo ficción.

Dicen que recordar es volver a pasar por el corazón, pero es por la mente, como menciona un interesante artículo de El estado mental, Cine y falsos recuerdos, del que comparto unos fragmentos:

«Las fuentes de distorsión de nuestros recuerdos pueden ser variadas, pero el cine y las series de televisión están entre los sospechosos comunes. Vivimos en un mundo en el que la internet y las redes sociales obligan al procesamiento rápido de la información, lo que produce memorias de baja calidad. Nicholas Carr, finalista del Pulitzer con Superficiales, un libro un tanto apocalíptico sobre cómo la red está cambiando nuestro cerebro, sostiene que las nuevas formas de comunicación digital no crean las condiciones químicas necesarias para los recuerdos profundos. En ese contexto, las narraciones audiovisuales siguen siendo una fuente poderosa de memorias de largo plazo, es decir, recuerdos bioquímicamente saludables. Las películas gozan de algo cada vez más esquivo en el mundo real: nuestra atención.

»No se trata de una influencia menor. La neurociencia lleva años utilizando retratos de celebridades para medir la actividad cerebral de "lo familiar". De hecho, la reacción ante la fotografía de Angelina Jolie es una forma efectiva de medir cuán grave es una amnesia por contusión. Estudios con imágenes de resonancia magnética confirman algo más o menos esperable: que reconoces con mucha más intensidad el rostro de un famoso que el de alguien a quien vuelves a ver días después de conocerlo; por ejemplo, en la última boda a la que te invitaron. El personaje célebre activa regiones que se creen vinculadas a la memoria de largo plazo que no responderán cuando te reencuentres con una persona con la que estuviste hablando; por ejemplo, la guapa prima de la novia.

»Los experimentos de Elizabeth Loftus evidencian que nuestra memoria es frágil, pero también capaz de generar arquetipos muy enraizados. La memoria infantil del rostro de tu hermano es sólida (aunque podríamos discutir si esa memoria es la de su rostro actual o el de esos años, ¿cuántas versiones de rostros guardamos según la edad?). La memoria de tu mejor amigo del colegio es ciertamente sólida. La de tu segundo mejor amigo, probablemente también. Pero ¿qué hay del tercer o cuarto amigo, el chico que se sumaba al grupo a veces, del que no conservas fotografías? ¿Puedes visualizar ese rostro? ¿Qué tan nítido es? Imagina que te das a la tarea de reconstruir una escena en la que participa esa persona. Como nuestro cerebro es poderoso, el rostro aparecerá. La pregunta es si ese será el rostro original. Y lo mismo puede aplicarse a alguien que conociste cierto verano en la playa, un ser espléndido que acuñó —verbo peligroso— desde entonces tu idea de belleza, y que nunca volviste a ver. ¿Prevalecerá esa cara? ¿O es que apelaremos a la vasta galería interior, a una especie de archivo facial? La mujer de mediana edad que te encontró cuando te perdiste en el supermercado poseerá un rostro en el mismo instante en que te creas la historia. ¿Pero cuál? ¡Si ni siquiera existe! En Searching for Memory, Daniel Schacter cuenta el caso del australiano Donald Thompson, detenido por la policía acusado de violar a una mujer. Afortunadamente Thompson tenía una coartada que era también la explicación del hecho: minutos antes del ataque, él había aparecido en una entrevista, en vivo, en la televisión. La mujer lo había visto y había atribuido ese rostro a su atacante. Este caso es especial, pues la violencia y lo traumático de la experiencia influyen en la malformación del recuerdo, pero lo que asombra es la forma como un rostro específico puede colocarse con tal precisión en la memoria.»

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