miércoles, noviembre 18, 2015

Llave

"Un pensamiento fugaz: podría quedarme aquí, abandonar mi búsqueda, colgarme por siempre en el vacío, a salvo, helado y solo. No. Hacemos lo que debemos hacer".

Convocado por Destino
         ("huele a polvo y a las bibliotecas de la noche.
         Sus pisadas no dejan huellas. No proyecta sombra alguna"),
azuzado por Deseo
          ("nunca es una posesión, siempre es quien posee"),

después de diez mil años, ir al infierno por Nada
(siempre vamos al infierno, propuesto o aceptado, por Nada, como Nadie en la Odisea)

y encontrarlo vacío: la no pelea como venganza
y tener que aceptar la llave.

"¿Por qué me culpan a mí de todas sus pequeñas fallas? […] Hablan de mí como si anduviera por doquier, comprando almas, como mujer de pescador en día de mercado, sin jamás detenerse a preguntarse el porqué. Yo no necesito almas. ¿Y cómo puede uno ser dueño de un alma? No, ellos se pertenecen a sí mismos... pero simplemente odian tener que reconocerlo. Sí, yo me rebelé. Fue hace mucho tiempo.  ¿Durante cuánto tiempo se supone que debía pagar por esa sola acción? Pero ahora se acabó..."

El infierno es ahora parte de la ensoñación.

Oír voces (amenazas, negaciones, negociaciones).
Y volver a dormir.
Y crear.
Y recrear.

Y sí, me encantó Sandman, de Neil Gaiman, tomo 4, "Estación Niebla". Que vengan muchos infiernos (e infiernitos).

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