miércoles, julio 01, 2015

Scripturire - Roland Barthes

El “Querer-Escribir”= actitud, pulsión, deseo, no sé: mal estudiado, mal definido, mal situado. Está bien sugerido por el hecho de que no existe una poalabra en la lengua para esas “ganas”, o más bien, excepción sabrosa, existe una, pero en el bajo latín decadente: scripturire, registrada una sola vez por Sidonio Apolinar, obispo de Clermont-Ferrand (siglo V), que defendió Clermont contra los visigodos (importante obra poética).

Quiero decir que, puesto que existe una palabra en una lengua, aunque sea una vez, es que falta en todas las demás. ¿Por qué? Sin duda, porque es muy minoritaria; o quizá, de manera más retorcida, porque pulsión y actividad, aquí, están en una relación autonímica: el querer-escribir pertenece únicamente al discurso del que ha escrito, o no es recibido sino como discurso del que ha logrado escribir. Decir que se quiere escribir: ésa es la materia misma de la escritura; por ende, sólo las obras literarias dan testimonio del querer-escribir, y no los discursos científicos. Se trata quizá de una definición tópica de la escritura (de la literatura) opuesta a la Ciencia: orden del saber donde el producto no es distinto de la producción, de la práctica de la pulsión (por eso, pertenece a una erótica). O también: escribir no es plenamente escribir sino cuando se renuncia al metalenguaje; querer-escribir sólo puede decirse en la lengua del Escribir: es la autonimia de laque hablaba. 

Sería bueno que, un día, se hiciera un relevamiento de las obras del querer-escribir (del scripturire): pienso, entre otros, en Rilke, Cartas a un joven poeta. Pienso —pero, ¿es ésa la palabra?— en Proust, pues el scripturire tiene su Suma, su Monumento: En busca del tiempo perdido. Proust escribió la gesta —y también el gesto— del querer-escribir. Volveré sin duda a la estructura de esta gesta, pues se trata de un verdadero Relato —el único gran Relato que sigue En busca del tiempo perdido, de uno a otro extremo—, o incluso de un Mito, con búsqueda de fracasos sucesivos, pruebas (el mundo, el amor) y victoria final. No olvidemos: la prueba de que En busca del tiempo perdido es el relato del querer-escribir reside en esta paradoja: se supone que el libro comienza al final, cuando ya está escrito (demostración deslumbrante de la autinimia que define el querer-escribir y el escribir).

Se puede ir más lejos: todo relato mítico relata (pone en relato) que la muerte sirve para algo. Para Proust, escribir sirve para salvar, para vencer a la Muerte: no la propia, sino la de los que se ama, dando testimonio por ellos, perpetuándolos, erigiéndolos fuera de la no-memoria. Es por ello que hay muchos personajes en En busca del tiempo perdido (orden de Relato), pero hay una sola Figura (que no es un persona): la Madre, Abuela, la que justifica la escritura, porque la escritura la justifica. Proust está completamente aparte del mundo literario: especie de Héroe no heroico, en quien se reconoce a aquel que quiere escribir.

Roland Barthes, La preparación de la novela.

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