Quiero decir que, puesto que existe una palabra en una lengua, aunque sea una vez, es que falta en todas las demás. ¿Por qué? Sin duda, porque es muy minoritaria; o quizá, de manera más retorcida, porque pulsión y actividad, aquí, están en una relación autonímica: el querer-escribir pertenece únicamente al discurso del que ha escrito, o no es recibido sino como discurso del que ha logrado escribir. Decir que se quiere escribir: ésa es la materia misma de la escritura; por ende, sólo las obras literarias dan testimonio del querer-escribir, y no los discursos científicos. Se trata quizá de una definición tópica de la escritura (de la literatura) opuesta a la Ciencia: orden del saber donde el producto no es distinto de la producción, de la práctica de la pulsión (por eso, pertenece a una erótica). O también: escribir no es plenamente escribir sino cuando se renuncia al metalenguaje; querer-escribir sólo puede decirse en la lengua del Escribir: es la autonimia de laque hablaba.
Sería bueno que, un día, se hiciera un relevamiento de las obras del querer-escribir (del scripturire): pienso, entre otros, en Rilke, Cartas a un joven poeta. Pienso —pero, ¿es ésa la palabra?— en Proust, pues el scripturire tiene su Suma, su Monumento: En busca del tiempo perdido. Proust escribió la gesta —y también el gesto— del querer-escribir. Volveré sin duda a la estructura de esta gesta, pues se trata de un verdadero Relato —el único gran Relato que sigue En busca del tiempo perdido, de uno a otro extremo—, o incluso de un Mito, con búsqueda de fracasos sucesivos, pruebas (el mundo, el amor) y victoria final. No olvidemos: la prueba de que En busca del tiempo perdido es el relato del querer-escribir reside en esta paradoja: se supone que el libro comienza al final, cuando ya está escrito (demostración deslumbrante de la autinimia que define el querer-escribir y el escribir).
Se puede ir más lejos: todo relato mítico relata (pone en relato) que la muerte sirve para algo. Para Proust, escribir sirve para salvar, para vencer a la Muerte: no la propia, sino la de los que se ama, dando testimonio por ellos, perpetuándolos, erigiéndolos fuera de la no-memoria. Es por ello que hay muchos personajes en En busca del tiempo perdido (orden de Relato), pero hay una sola Figura (que no es un persona): la Madre, Abuela, la que justifica la escritura, porque la escritura la justifica. Proust está completamente aparte del mundo literario: especie de Héroe no heroico, en quien se reconoce a aquel que quiere escribir.
Roland Barthes, La preparación de la novela.
Se puede ir más lejos: todo relato mítico relata (pone en relato) que la muerte sirve para algo. Para Proust, escribir sirve para salvar, para vencer a la Muerte: no la propia, sino la de los que se ama, dando testimonio por ellos, perpetuándolos, erigiéndolos fuera de la no-memoria. Es por ello que hay muchos personajes en En busca del tiempo perdido (orden de Relato), pero hay una sola Figura (que no es un persona): la Madre, Abuela, la que justifica la escritura, porque la escritura la justifica. Proust está completamente aparte del mundo literario: especie de Héroe no heroico, en quien se reconoce a aquel que quiere escribir.
Roland Barthes, La preparación de la novela.
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