viernes, abril 22, 2011

cenas

No hay que cenar pesado, dicen los que saben, y más si sabes que va a ser tu última cena, lo que ciertamente pocos saben. La esperanza, dijo Bacon (Francis), es un buen desayuno pero una mala cena. Y así, dice la Biblia, Jesús cenó el jueves con sus apóstoles después de haberles lavado los pies (y haberse lavado las manos, suponemos).

La cena como comunión y como despedida, como la hora de compartir con la gente cercana (familia, amigos) el pan y la sal, según acomete el lugar común tan sobado. A los condenados a muerte, muchas veces, se les concede que elijan su última comida, pero no con quién compartirla. Aprovechemos, pues.

Como representación, La última cena de Leonardo Da Vinci es la conjunción de perspectiva y significado: De la cabeza de Cristo surgen los puntos de fuga, los gestos, la escena que delata un final, el momento absolutorio y sacramental. De esa pintura, en todos los sentidos, es de la que han partido cientos de imágenes en serio y en broma de la cena donde según los evangelios surgió la ceremonia de la comunión. Hay versiones de artistas de Hollywood, de Star Wars, Los Simpson, Dr. House, los Soprano y hasta de lego o de desnudos. La composición pictórica con el rostro de Cristo como punto de fuga es referencia obligada para cualquier imaginario.

(La última cena versión Lost)
Cenas memorables en el cine por ahora solo recuerdo las de Hannibal y la de El cocinero, el ladrón, su esposa y su amante, ambas por el momento que se comparte, por el manjar, por la inevitable despedida.

Compartamos, pues, aunque Judas se vaya sin decir a dónde.

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