martes, enero 29, 2008

Soneto atribuido a Francisco Liguori

Tengo un amigo canijo
que leyó en un libro viejo
aquel antiguo consejo
y lo siguió muy prolijo.

En su propósito fijo
pensó como buen pendejo:
"seré feliz porque dejo
un libro, un árbol y un hijo".

Pero le salió mal todo,
pues por irónico modo
logró al fin de su jornada:

un libro muy aburrido,
un árbol seco y torcido
y un hijo de la chingada.

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