lunes, junio 11, 2007

Apatzingán, Mich., calor, corridos y vida cotidiana


Apatzingán, Michoacán, 26 de mayo de 2007. Al producirse el ataque a las torres gemelas de Nueva York, el 11-s, circuló en Internet un chiste que hablaba de que el presidente municipal de Apatzingán, Michoacán, salió alarmado a la tribuna para negar el atentado, ante la amenaza de una invasión estadunidense. Cuando le informaron que a quien se acusaba era Afganistán, no "apazingán" respiró tranquilo.

Pero la invasión fue más tarde, de parte del gobierno federal.

Las calles de esta ciudad de Tierra Caliente —equivalente michoacano en calor infernal, en importancia geográfica y en belleza femenina a la Ciudad Valles potosina— lucen tranquilas, después de varias balaceras y de los “levantones” entre narcos, pero que incluyen a un primo del presidente municipal, que continúa desaparecido. Tras haber asumido el control de la población dos veces, las patrullas del Ejército, dicen en la plaza principal, se han resguardado, y durante todo el día sólo se oye una vez el helicóptero que se ha vuelto cotidiano. Las señoras pasan al mercado, las jóvenes lucen su ropa vaporosa y la plaza luce alegre entre las canciones de moda y los narcocorridos que se ofertan en los puestos ambulantes. Entre los comerciantes establecidos corre la voz de una nueva balacera en el muncipio de Aguililla. “Ahí sí está peligroso”, asegura Juan N., “ porque aquí no se quedan”.

No vayas, me decía mediomundo. Madre y compañera se quedaron nerviosas, pero les dije que yo de verdad quería regresar unos días al calor y a la calidez.

Fue en julio de 2006 que la Agencia Federal de Investigaciones (AFI) detuvo a los 60 agentes de la policía municipal, para investigar sus posibles nexos con el narcotráfico, pero algunos ya andan en las calles, en rondines que comparten con agentes de la policía estatal.

Manuel, un tendero de los que circundan la plaza de la Constitución, dice que se siente tranquilo, porque los “levantones” y las balaceras casi siempre se dan entre los que de veras andan en la droga o su tráfico. Lo del 7 de mayo pasado, cuando se enfrentaron miembros del Ejército con un grupo de sujetos armados en una zona céntrica de la ciudad, “fue de chiripada, pero no pasa seguido”, comenta.

Como muchos apatzinguenses, toda su vida Gabriela ha conocido personas que “andan en malos pasos”, o mueren en algún enfrentamiento armado, e incluso dos primos lejanos han caído por las balas de los narcos. Pero antes no era tan seguido. Pero ellos no están aquí, reitera, “casi siempre bajan de la sierra en sus camionetas sin hacer mucho alboroto y se van como llegaron”. Los que le entran “aquí no son jefes, son transportistas”, añade. Hay colonias periféricas donde se supone que está la mayor distribución, pero Gabriela cuenta que allí no han llegado las fuerzas del orden.

Un vendedor de periódicos relata que hace unos días venía de regreso de Aguililla cuando pasaron las patrullas y camionetas de AFI y Ejército. Al día siguiente se enteró de que detuvieron a un señor al que le acababa de entregar el diario: “Mero así, vale, un rato después llegaron y encontraron en su casa a tres colombianos y a una muchacha que se había robado, jovencita pues, vale”.

El calor aprieta en todos sentidos. La presidencia municipal ha estado cerrada todo el día, apenas salió un oficial vestido de negro a comerse unas gorditas, y es hasta en la noche cuando se ilumina con unos efectos parecidos a los del centro histórico de San Luis Potosí. La catedral igual, parece un edificio europeo. Desde hace meses se han suspendido las novilladas pero las discos juveniles siguen llenas hasta altas horas de la noche, lo mismo que algunos de los centros culturales llamados taibols.

Una señora de edad avanzada se acerca al ver la cámara, entre nerviosa y enojada. La plática es alegre. Pide que los periodistas no ataquen tanto a Apatzingán. “Si ya saben dónde están (los capos) para qué tanto brinco, mijo”.

Huele a carnitas y a morisqueta (el platillo tradicional: arroz, frijoles, crema y salsa, equivalente los moros y cristianos o al gallo pinto de Costa Rica), pero también huele a sudor nuevo, aunque parece que va a llover.

En catedral, una chica festeja sus quince años, y se le ve alegre, disfrutando el día, aunque su padre está en un cereso cumpliendo su segunda condena. La vida sigue, y es más, se vive alegre en estos caminos de Michoacán.

Por cierto, ¿con quién te andarás paseando?

(Publicado en la revista Transición, número 14, junio de 2007)

2 comentarios:

  1. Anónimo4:45 p.m.

    http://staringatstrangers.typepad.com/staring_at_strangers/2007/05/bombing_apatzin.html

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  2. Hola, soy José Landa. Me parece que nos conocimos en 1993 en el Encuentro Nacional de Jóvenes Escritores "Elías Nandino". Si es así, escríbeme a jalr13@hotmail.com o a: joselanda@gmail.com

    Un abrazo fraterno.

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